Podría parecernos lejano el hecho de relacionar la presencia de las alteraciones secundarias al cambio climático y que estas comenzaran a influenciar negativamente la frecuencia de síntomas relativos a la salud mental.
Estamos muy familiarizados a saber que se han incrementado en grados centígrados los promedios de la mayor parte de la tierra, se han derretido las capas de hielo de los polos, junto con adelgazamiento y un hueco enorme en la capa de ozono, pérdida masiva de zonas boscosas y selváticas e aumento de las manchas urbanas con gran hacinamiento.
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Nuestra obligación es ir tejiendo el hilo lógico que a estas modificaciones del mundo corresponden cambios individuales en todos los habitantes. Hay niveles de ruido tóxicos, las horas, tipo y calidad de exposición a la luz es completamente diferente y que decir de la multiplicidad de olores y sensaciones que tenemos que enfrentar día a día.
Definitivamente no nos levantamos de acuerdo con los ciclos circadianos de la luz solar, las regulaciones de dieta saludable no son alcanzables a la mayoría de las personas, con carencias de frutas y verduras básicas para balancear la alimentación, los niveles de lluvia son dramáticos y muy severos en su temporada de carencias de secas y con inundaciones sin precedentes. Las olas de calor globales ya nos están acostumbrando a cifras record año con año, con necesidad clara de adaptarnos a cambiar las horas de actividades físicas, escolares, académicas y de reposo.
Todo esto les suena como que puede cambiar su percepción del mundo, del futuro, de estar tranquilos y en paz, de modificar mis niveles de estrés e incluso de cambiar mis rutinas cotidianas y mi forma de ordenar mi vida. De forma genérica a este grupo de emociones se le conoce en el mundo de la psicología y la psiquiatría como Ecoansiedad.
¿Cómo nos afecta la ecoansiedad?
En 2021, en la revista Lancet se publicó una de las encuestas más grandes a nivel mundial en adolescentes y jóvenes (por razones obvias los que más podrían afectarse en relación con la ecoansiedad) con más de 10,000 respuestas en los 5 continentes. Los resultados son más que contundentes. El 59% se manifestó extremadamente preocupado por el cambio climático, la mitad de ellos reconoce sentir sentimientos asociados como tristeza, estrés enojo, desesperanza y culpa.
El 45% es claro en que estas emociones cambian y afectan su vida cotidiana, ¾ partes tienen miedo en el futuro y 83% no tienen duda de que se ha fallado en el cuidado del planeta. Fue muy relevante la asociación entre la percepción negativa de esfuerzos y respuestas gubernamentales y sensación de traición de los líderes mundiales en la frecuencia e intensidad de ecoansiedad.
La intención de acuñar, de identificar estos efectos y sus afecciones, no es solo por el hecho de acumular evidencias negativas en nuestro ambiente cotidiano o de tratar de hacer esfuerzos académicos para los libros de psiquiatría. Detectar estos síntomas, nos compromete a hacerlo de forma temprana.
Y por el lado de los profesionales, cambiar los planes de estudio, formar profesionales expertos en este campo y crear protocolos de tratamiento para los pacientes que sufren de estos desórdenes. Cerrando con la obviedad, pero hay que decirlo, hacer todavía mayor presión en los tomadores de decisiones de la relevancia de legislaciones más profundas en estos problemas.