Creo que es más que obvia la respuesta rápida. Todos sabemos como nos sacan sonrisas y alegrías al ver a nuestra mascota mover la cola o tener ese brillo especial en los ojos cuando llegamos a casa. Pero, ¿Ese poder es tan intenso como para poder cambiar la salud mental de las personas?
La primera aseveración tiene que ver con un fenómeno que ya nos había contado la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde comienzos de los años 2000. La advertencia era que la epidemia que se esperaba en este siglo era la de la soledad. Vivir solos nos facilita el sedentarismo, cuidarnos menos en la dieta, tener malos hábitos, caer en las adicciones, alterar nuestros patrones de sueño; y por lo tanto empeorar la mayoría de las enfermedades crónico degenerativas que exigen todas estas herramientas de cuidado; así mismo, los padecimientos de salud mental.
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Una compañía de cuatro patas, o que se arrastre por el piso, puede proporcionar una de las más rápidas y sencillas soluciones a este problema, en un mundo con cada vez más personas viviendo solas o sufriendo de la soledad facilitada por la comunicación preponderantemente digital.
¿Por qué una mascota mejora la salud mental?
Las mascotas nos obligan a respetar rutinas de vida saludable. Tenemos que levantarnos temprano a pasearlos, arreglar su comida y ayudarlos a que tengan actividad física, momentos muy relevantes para sacar de la cama a todo aquel que ha sufrido de depresión o se encuentra agobiado por un desorden de ansiedad.
Las siguientes evidencias son contundentes a favor. Acariciar a nuestra mascota hace que disminuya la frecuencia cardíaca, la presión arterial y que presentemos relajación muscular en todas aquellos pacientes que presentan trastornos de ansiedad.
En casos extremos, como los individuos que son portadores de síndromes demenciales, la mirada de ser conocidos, que nos proporcionan las mascotas, disminuye en 30% los episodios de confusión e irritabilidad que caracterizan a estos pacientes, los hacen sentir seguros, en confianza y con familiaridad, más allá de todos sus olvidos.
Nos ofrecen una sensación abstracta y subjetiva de hogar y de pertenencia, se meten en nuestra andar cotidiano, forman parte del presupuesto familiar y generan un tipo de amor muy particular, pero nadie podría negar, que muy intenso.
Son tan relevantes, que incluso podemos ver los datos a la inversa. Cuando sufrimos la pérdida de la salud o la vida de nuestro animal de compañía, no son nada extraños los cuadros depresivos derivados de duelos severos ante la ausencia de alguien tan cercano a nuestro corazón.
Lo incorrecto siempre, es ser poco empáticos y mencionarles a estas personas que la ausencia de una mascota es menos grave que otras tragedias de la vida.
Así es que una vez más la ciencia nos proporciona la comprobación estadística de algo que ya conocíamos por medio de la evidencia. Las mascotas nos tranquilizan el estrés, nos mejoran el estado de ánimo y nos dan sentido de pertenencia, nos ajustan nuestros días, pero sobre todo, se convierten en testigos amorosos de nuestro andar por el mundo.