La semana pasada se dio el reporte de la autopsia de la muerte del actor de la serie “Friends”, Matthew Perry. En el mismo escriben que falleció por los efectos agudos de la ketamina y posteriormente por ahogamiento. Agregan que en el cuerpo se encontraron niveles altos post mortem de esta sustancia, donde sus principales efectos letales serían la sobreestimulación cardiovascular y la depresión respiratoria.
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Así mismo algunas notas periodísticas relatan que el actor, con historial adictivo conocido desde hace varios años, se encontraba libre de drogas en los últimos 19 meses y que sus amigos lo referían como feliz y en su mejor versión. Incluso otros comentarios de la prensa lo colocan como en tratamiento de ketamina para un proceso depresivo ya crónico.
Esto amerita que nos detengamos unos minutos para varias reflexiones neurobioquímicas. La Ketamina es una molécula que se sintetizó en 1962 y que se incluyó en los manejos clínicos a partir de 1965. Inicialmente sus usos se dieron en el área de la anestesia, sobre todo buscando una molécula que apoyara los procedimientos cortos o ambulatorios, donde solo se requería un efecto corto y fácilmente reversible.
Lastimosamente fue cayendo en desuso debido a un efecto adverso que reportaban la mayoría de los pacientes donde se quejaban de presentar alucinaciones y molestos síntomas de disociación de su experiencia de la realidad. Esto fue arrinconando a la ketamina a la farmacopea para los procedimientos de anestesia veterinaria.
¿Cómo funciona la ketamina, relacionada con el caso de Matthew Perry?
Posteriormente es que se fueron descubriendo algunas propiedades analgésicas, sobre todo para dolores crónicos, asociado a padecimientos neurológicos o de muy mala evolución terminal, como los oncológicos. Así es que lo siguieron utilizando los anestesiólogos y los médicos dedicados al área de dolor para ofrecer soluciones a pacientes con mala evolución.
Entre los años 80´s y 90´s se fue convirtiendo en una sustancia de uso ilícito, predominantemente conocida como “Special K” haciendo broma del cereal que llevaba ese nombre.
Por las mismas condiciones de efecto adverso, muchas personas comenzaron a utilizarlo para poder desprenderse de la realidad y “disfrutar” de esas alucinaciones en fiestas y eventos donde se tenían muchas luces y música electrónica, con el fin de poder divertirse más con la atención multisensorial.
Lamentablemente, al no saber controlar las dosificaciones, se reportaron un creciente número de muertes debido a que podía deprimir los esfuerzos respiratorios por su potencial anestésico. Nunca se habla de ella como un problema de salud pública, porque sus efectos como droga eran muy de “nicho”, sólo algunas personas lograban engancharse con estas sensaciones, pero si era conocido por los expertos en salud mental el tenerlo en cuenta por los reportes de abusos y muerte.
En el campo de la neuropsiquiatría se conocía que contaba con un mecanismo de acción sobre receptores de glutamato, el principal neurotransmisor excitatorio del cerebro y que se encontraba elevado en varias patologías, logrando regularlo y haciendo que su expresión en el encéfalo fuera más bien benéfica, que dañina. Fue así, que por ahí de los años después del 2010 se comenzó a experimentar en aplicaciones intravenosas en casos de depresiones severas e ideación suicida activa logrando demostrar su efectividad y su uso regular para este tipo de pacientes.
En 2019, la FDA (agencia regulatoria de alimentos y drogas de los Estados Unidos), aprobó el uso de un isómero análogo de la ketamina, la esketamina, en su aplicación intranasal, increíblemente más cómoda para su uso en depresión con respuesta inadecuada y en ideación suicida activa, divulgándose su uso a nivel mundial con muy buenos resultados.
Cerrando la columna, con el caso de Matthew Perry se requiere que haya una puntualización mejor sobre el caso, ya que podría ser que se le hubiera aplicado una sesión de ketamina intravenosa esa mañana y tuviera niveles en sangre altos. Aclarando, que a todos los pacientes que se realizan esos procedimientos se les recomienda no hacer actividades especiales en ese día, no deben de conducir y tienen que estar acompañados las siguientes horas después de la aplicación.
Lo que deben de decir es si el hecho de estar en la tina caliente pudo dilatar sus arterias y bajar su presión arterial, haciéndolo desmayarse en la tina y sufrir ahogamiento. Es necesario que las autoridades hagan un reporte complementario al respecto, sobre todo para evitar generar un estigma negativo sobre el uso potencial de estas moléculas en el trabajo benéfico de enfermedades deteriorantes de la calidad de vida como la depresión resistente a tratamiento.
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