Dormir una siesta puede ayudarte a recuperar energía, mejorar la concentración y reducir el estrés. Sin embargo, su duración es clave para evitar efectos negativos en el descanso nocturno.
Esta clase de sueño es una práctica común en muchas culturas y, bien aplicada, puede ser una aliada para el bienestar físico y mental. No obstante, dormir demasiado durante el día puede provocar aturdimiento o interferir con el sueño nocturno. Instituciones médicas coinciden en que la duración marca la diferencia entre una siesta reparadora y una contraproducente.
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Este tipo de descansos pueden mejorar el estado de alerta, el rendimiento y el estado de ánimo sin afectar el sueño nocturno.
¿Cuánto tiempo debe durar la siesta ideal?
Los especialistas recomiendan una siesta corta de entre 20 y 30 minutos. Este tiempo permite descansar sin entrar en fases profundas del sueño, evitando la llamada inercia del sueño, esa sensación de confusión o pesadez al despertar.
Dormir más tiempo puede llevar al cuerpo a fases profundas del sueño. Al despertar de estas etapas es común sentirse más cansado, irritable o desorientado. Además, las siestas largas pueden:
- Dificultar conciliar el sueño por la noche
- Alterar el ritmo circadiano
- Aumentar la sensación de fatiga en lugar de reducirla
No obstante, en algunos casos específicos, como jornadas laborales muy demandantes o falta de sueño acumulada, una siesta de 60 a 90 minutos puede ser útil, ya que permite completar un ciclo de sueño.
Las siestas breves son especialmente útiles para:
- Personas que trabajan muchas horas frente a pantallas
- Adultos con jornadas laborales intensas
- Personas que duermen poco por la noche
- Estudiantes o trabajadores con alta demanda cognitiva
El descanso adecuado durante el día contribuye a mejorar el rendimiento y la salud mental, siempre que no sustituya al sueño nocturno.
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