La disfunción eréctil ha dejado de ser un tema tabú para convertirse en un asunto de salud reconocido y tratable. Se define como la incapacidad persistente para lograr o mantener una erección suficiente para una relación íntima satisfactoria. Aunque durante décadas se atribuyó casi exclusivamente a problemas psicológicos, la ciencia moderna ha demostrado que, en la gran mayoría de los casos, su origen es multifactorial, y a continuación, te decimos por qué sucede.
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La disfunción eréctil afecta a un porcentaje significativo de hombres, y su prevalencia aumenta con la edad. Sin embargo, el envejecimiento no es su causa directa, sino un factor asociado a otras patologías.
¿Cuáles son las causas por las que puedes padecer disfunción eréctil?
La erección es un proceso complejo que requiere una perfecta coordinación entre sistema nervioso, vasos sanguíneos, hormonas y músculos. Cualquier fallo en esta cadena puede interrumpir el proceso, y hoy sabemos que esos fallos provienen de áreas muy concretas de nuestra salud general y hábitos diarios:
- Causas vasculares
El mecanismo de la erección es, en esencia, hidráulico. Requiere un flujo sanguíneo abundante y rápido hacia los cuerpos cavernosos del pene, y una correcta retención de esa sangre. Por ello, cualquier condición que dañe los vasos sanguíneos (arterias y venas) es la causa más común de disfunción eréctil. La aterosclerosis (acumulación de placa en las arterias), la hipertensión arterial y la diabetes mellitus son los grandes responsables.
Estas enfermedades endurecen y estrechan las arterias, limitando el flujo necesario para una erección firme. De hecho, la DE suele ser la primera señal de alerta de un problema cardiovascular subyacente, precediendo en años a un posible infarto cardíaco o cerebral.
- Causas neurológicas
El sistema nervioso es el director de orquesta que inicia y mantiene la erección, transmitiendo señales desde el cerebro y la médula espinal hasta el pene. Enfermedades o lesiones que afecten a estos circuitos pueden interrumpir la comunicación esencial. La esclerosis múltiple, el Parkinson, los accidentes cerebrovasculares, las lesiones de médula espinal y, de nuevo, la diabetes mal controlada (que daña los nervios periféricos en una condición llamada neuropatía diabética), pueden impedir que la señal sexual llegue a su destino.
- Desequilibrios hormonales
Las hormonas son los mensajeros químicos que regulan el deseo sexual (libido) y participan en el proceso de la erección. Un nivel bajo de testosterona es la deficiencia hormonal más vinculada a la disfunción eréctil.
Sin embargo, no suele ser la única causa, sino un factor que se combina con otros. Problemas en la glándula pituitaria o tiroides también pueden alterar este delicado equilibrio endocrino. Es crucial destacar que la terapia con testosterona solo es efectiva cuando existe un déficit real diagnosticado mediante análisis de sangre, y no es una solución mágica para todos los casos de disfunción eréctil. El equilibrio hormonal es el combustible necesario, pero no el único componente del motor.
- Efectos de medicamentos y consumo de sustancias
Numerosos fármacos de uso común pueden tener como efecto secundario no deseado la disfunción eréctil. Entre los más conocidos están los antihipertensivos (especialmente diuréticos y betabloqueantes), antidepresivos (ISRS), ansiolíticos, medicamentos para la próstata y algunos antiácidos. Por otro lado, el consumo de tabaco, alcohol en exceso y drogas recreativas (como marihuana, cocaína o metanfetaminas) son grandes agravantes. La nicotina contrae los vasos sanguíneos, el alcohol es un depresor del sistema nervioso central y las drogas alteran la química cerebral y vascular.
- Factores psicológicos y de estilo de vida
Aunque menos frecuente como causa única, el componente psicológico es casi siempre un factor contribuyente o una consecuencia de la disfunción eréctil física. El estrés crónico, la ansiedad por el rendimiento, la depresión, los problemas de pareja y una baja autoestima pueden inhibir la respuesta íntima, creando un círculo vicioso de miedo al fracaso que empeora el problema.
Además, el estilo de vida moderno juega un papel crucial: el sedentarismo, la obesidad, una dieta poco saludable y la falta de sueño de calidad son factores de riesgo independientes que dañan la salud vascular, hormonal y mental, creando el caldo de cultivo perfecto para la disfunción.
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