PSICOTERAPIA

¿La inteligencia artificial puede hacer psicoterapia?

No estamos listos para dejarle la terapia a las máquinas, pero sí podemos comenzar a ver a la inteligencia artificial como una aliada | Dr. Edilberto Peña

La IA puede ser un complemento para una buena salud mental.
La IA puede ser un complemento para una buena salud mental. Créditos: Canva/ Cortesía
Escrito en OPINIÓN el

En la era en la que la inteligencia artificial (IA) se vuelve parte de nuestras decisiones diarias, desde qué música escuchar hasta cómo manejar un negocio, no sorprende que también se explore su uso en algo tan delicado y humano como la psicoterapia. Pero, ¿realmente una máquina puede acompañarnos en nuestros momentos de mayor vulnerabilidad emocional?

La respuesta corta es: en ciertos aspectos, sí… pero con muchas aclaraciones importantes.

La terapia psicológica con IA es cada vez más común. 

La forma en que la IA ha aprendido a “hacer psicoterapia” es fascinante. Se han cargado a sus sistemas miles de horas de sesiones reales, de diferentes modelos terapéuticos —desde la terapia cognitivo conductual hasta la psicodinámica—, para que estos algoritmos aprendan a reconocer patrones, formular respuestas, hacer preguntas terapéuticas y hasta brindar contención emocional. Gracias a modelos de lenguaje avanzados y al entrenamiento con datos cuidadosamente seleccionados, estas IA pueden simular una conversación terapéutica bastante convincente.

Lo sorprendente es que algunos estudios preliminares han encontrado que, en ciertos contextos, estas herramientas digitales pueden percibirse incluso como más empáticas que un terapeuta humano. ¿Por qué? Porque la IA no llega cansada al consultorio, no tiene pendientes emocionales, no discute con su pareja ni lidia con deudas o problemas familiares. Su disponibilidad emocional es total y su paciencia es infinita. Sin embargo, aquí es donde debemos hacer varias aclaraciones importantes.

¿Estamos listos para dejarle la psicoterapia a la IA

Primero, la empatía de una IA es una simulación basada en patrones. No siente. Y aunque puede ofrecer frases que suenan reconfortantes, aún carece de la verdadera conexión humana que muchas veces es terapéutica por sí sola. Segundo, estas tecnologías todavía enfrentan grandes retos para entender cuándo es necesario confrontar al paciente —una de las herramientas más potentes y difíciles en la psicoterapia—. Las IA tienden a “agradar”, porque así han sido entrenadas. Pero en muchas ocasiones, el verdadero avance terapéutico ocurre cuando el paciente es desafiado, confrontado con sus contradicciones o empujado a ver aquello que está evitando. Hoy por hoy, esa sutileza es difícil de codificar en un algoritmo.

¿Entonces, dónde está el verdadero valor de estas herramientas? En el acompañamiento. Cada vez más se está utilizando la IA como asistente virtual entre sesiones. Imaginemos a un paciente que ha tenido una crisis de ansiedad el miércoles por la noche, pero su consulta es hasta el lunes siguiente. Poder hablar con una IA entrenada que le recuerde sus técnicas de respiración, que lo ayude a registrar sus pensamientos automáticos o que le permita desahogarse sin juicio, puede marcar una gran diferencia. Este seguimiento entre sesiones fortalece el proceso terapéutico y mantiene al paciente conectado con su proceso.

La inteligencia artificial puede ser un buen acompañamiento.

Además, para muchas personas que viven en lugares remotos, que no tienen acceso fácil a un terapeuta o que aún sienten estigma al buscar ayuda, estas herramientas pueden ser una puerta de entrada segura y accesible a la salud mental.

¿Estamos listos para dejarle la terapia a las máquinas? No. Pero sí podemos comenzar a ver a la inteligencia artificial como una aliada. No sustituye al terapeuta humano, pero puede ser su asistente, su soporte y, en algunos casos, su extensión más constante. En lugar de temerle, debemos aprender a usarla éticamente, con supervisión profesional, y siempre recordando que la salud mental es un terreno donde la empatía, la intuición y el vínculo humano siguen siendo irremplazables.

La tecnología avanza, y nuestra responsabilidad es hacer que sirva al bienestar, sin perder la humanidad en el proceso.

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