Cada 29 de octubre, conmemoramos el Día Mundial del Ictus (World Stroke Day), y este año bajo el lema “Every Minute Counts / Cada minuto cuenta” se nos recuerda con urgencia que ante un ictus la rapidez no solo salva vidas, sino que también preserva calidad de vida.
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Quiero comenzar esta reflexión dando a conocer los distintos tipos de ictus, entender los cuidados cardiovasculares y reconocer la importancia de la atención precoz —incluida la trombólisis— es clave para reducir secuelas y potenciar la recuperación, incluso explotando herramientas emergentes como la neuromodulación.
¿Qué es un ictus y cuáles son sus tipos?
El ictus (o accidente cerebrovascular) ocurre cuando se interrumpe el flujo de sangre a una parte del cerebro, lo que produce daño neuronal irreversible si no se actúa rápido.
En líneas generales distinguimos:
- Ictus isquémico: el más frecuente (aproximadamente 65-85 % de los casos). Se produce por la obstrucción de una arteria cerebral por trombo o émbolo, lo que provoca un infarto cerebral.
- Ictus hemorrágico: ocurre cuando una arteria o capilar cerebral se rompe, provocando sangrado en el parénquima o en el espacio subaracnoideo. Tiene mayor mortalidad y morbilidad.
- Ataque isquémico transitorio (AIT o “mini-ictus”): Aunque de duración breve y con recuperación espontánea, representa una señal de alerta importante de alto riesgo de ictus mayor, y exige intervención inmediata?
Prevención y cuidados cardiovasculares: La primera línea de defensa
Si “cada minuto cuenta” en el tratamiento, también “cada factor cuenta” en la prevención. Muchos ictus son evitables mediante el control riguroso de los factores de riesgo cardiovascular: hipertensión arterial, diabetes mellitus, dislipidemia, tabaquismo, sedentarismo, obesidad, fibrilación auricular, entre otros.
La hipertensión es el factor más potente para ictus hemorrágico e isquémico; por ello, el control de la presión, la dieta saludable, la actividad física regular, la abstención de tabaco y el control del ritmo cardíaco en cardiopatías son esenciales. Recalcar estos cuidados es fundamental en nuestro mensaje de conciencia pública.
Además, en el ámbito hospitalario y de atención primaria debemos fomentar la educación sobre los signos del ictus (método FAST / RÁPIDO: Face, Arms, Speech, Time) para que la población comunique sin demora.
Atención temprana y trombólisis: “El tiempo es cerebro”
Cuando ocurre un ictus isquémico, la ventana de oportunidad para intervenciones como la trombólisis intravenosa (y, cuando está disponible, la trombectomía mecánica) es estrecha. El lema “Every Minute Counts” no es solo una metáfora: por cada minuto que pasa sin reperfusión, se pierden millones de neuronas.
Es vital que la persona sospechosa de ictus sea trasladada de urgencia a un hospital con unidad de ictus, donde la neuroimagen (TC, angiotc) y la valoración inmediata permitan decidir para trombólisis. Este proceso requiere protocolos organizados, sensibilización prehospitalaria y red untada entre urgencias, neurología, radiología e intervención. Una atención cuidadosa y rápida puede disminuir la discapacidad residual, reducir el tiempo de estancia hospitalaria y mejorar la supervivencia.
Secuelas: lo que deja, y cómo manejarlas
Aun cuando el paciente reciba tratamiento óptimo, el ictus puede dejar secuelas que comprometen funcionalidad, autonomía, calidad de vida y bienestar psíquico. Las más relevantes incluyen:
- Hemiparesia o hemiplejía (debilidad o pérdida de movimiento de un lado del cuerpo).
- Trastornos del lenguaje: afasias, disartria, dificultades de articulación.
- Déficits sensitivos: alteraciones en la percepción táctil, de posición o dolor central.
- Problemas de coordinación, equilibrio y marcha.
- Déficits cognitivos: atención, memoria, funciones ejecutivas, que a menudo se combinan con cambios de humor o depresión post-ictus.
- Trastornos deglutorios o disfagia, con riesgo de aspiración.
El manejo integral debe contemplar rehabilitación temprana, movilización asistida temprana, terapia física, ocupacional, del lenguaje, psicología y, en su caso, neurorehabilitación avanzada. Investigaciones recientes subrayan que la rehabilitación optimizada mejora la plasticidad cerebral y el pronóstico funcional.
Neuromodulación: una herramienta que potencia la rehabilitación
Hoy contamos con recursos emergentes que van más allá de la rehabilitación convencional y exploran la neuroplasticidad como mecanismo de recuperación. La neuromodulación —que incluye estimulación magnética transcraneal (rTMS), estimulación eléctrica directa transcraneal (tDCS), estimulación nerviosa periférica y otras técnicas— se perfila como un importante complemento terapéutico. Estudios recientes muestran que la neuromodulación puede facilitar la reorganización cortical, mejorar la función motora y cognitiva, y acelerar la rehabilitación en pacientes post-ictus.
Estos esquemas son especialmente relevantes cuando se integran dentro de un programa rehabilitador estructurado —no sustituye las terapias físicas o del lenguaje, pero sí las potencia—, y añaden valor en la recuperación de funciones complejas. Su inclusión debe evaluarse en cada paciente, considerando el tipo de secuela, la cronología del ictus, el estado neurológico y los recursos del centro.
Conclusión
En este Día Mundial del Ictus, reiteramos que cada minuto cuenta. Desde la prevención cardiovascular hasta la atención inmediata y la rehabilitación optimizada, todos somos actores en la cadena de supervivencia y recuperación del ictus. Hagamos un llamado: conozcamos los signos, cuidemos nuestro corazón y cerebro, y adoptemos la innovación cuando corresponde. La integración de la neuromodulación abre una nueva frontera de esperanza para quienes sobreviven al ictus, y debemos incorporarla como parte del arsenal terapéutico moderno.
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