Esta patología del sueño cuenta con un nombre tan singular y pegador que constantemente genera en las personas creencias falsas y suposiciones alrededor de ella. Las más frecuentes son que los pacientes que son portadores de la misma patean a sus parejas en la mitad de la noche y que prácticamente no dejan de moverse durante todo el horario nocturno, como mencionamos al inicio; información inexacta y que genera confusión y muchas veces, errores diagnósticos, ya que incluso algunos médicos desconocen los datos necesarios para documentarlo.
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La patología se caracteriza por la presencia de la necesidad imperiosa de moverse de forma continua durante las dos horas habituales previas al momento promedio de quedarse dormido. Como una consecuencia de este movimiento, el paciente se encuentra significativamente más activo, con una alteración en la rutina de higiene del sueño que hace fácil la progresiva inducción a inicio de sueño de cada persona. Hay que decir que esta situación es inevitable y francamente molesta y dolorosa, disminuyendo de forma cuantiosa la calidad de vida de quien la sufre.
Hay personas que la presentan con mucha mayor frecuencia. Estos grupos se pueden dividir entre, los que presentan una facilitación genética para padecerla y se pueden contar casos en varias de las generaciones, las mujeres embarazadas, los que cuentan con niveles de hemoglobina bajos definitorios de anemia, y algunas personas que cuentan con variedades de Enfermedad de Parkinson.
Como muchas enfermedades en el ámbito de la profesión galénica, esta también cuenta con un Epónimo (cuando el nombre por el que se conoció fue el del médico que primero la describió), la Enfermedad de Willis-Ekbom. Ya mencionamos en el párrafo anterior que el factor predisponente más relevante es el tener una anemia importante. Causas que producen una alteración en la producción y metabolismo de un neurotransmisor, la dopamina, que es el regulador más relevante de sistema nervioso central. Contradictoria y paradójicamente, se empeora con la prescripción de varios medicamentos para dormir, como algunas benzodiacepinas (diazepam, clonazepam, alprazolam o lorazepam) y algunos antidepresivos de efecto sedante, que, por incrementar la serotonina, producen un empeoramiento mayor de los niveles de dopamina.
Contrario a lo que se podría pensar el diagnóstico no requiere de un estudio detallado del sueño, que se le conoce como polisomnografía; la manera de identificarlo es eminentemente clínico, eso quiere decir que se realiza mediante un interrogatorio dirigido, la exploración física y neurológica y el conocimiento, preparación y experiencia del médico encargado.
Se requiere la realización de algún estudio de imagen cerebral para identificar el estado de las estructuras neuronales y algunos estudios de laboratorio, sobre todo para medir la hemoglobina y en su caso, caracterizar el tipo de anemia que puede presentar la persona.
El manejo, como ya pueden intuir, no se lleva con medicamentos que relajen o que faciliten dormir, sino con reguladores de dopamina cerebral, la mayoría algunos fármacos antiparkinsónicos ya en desuso cotidiano, pero que llama la atención que en otras personas que no tienen síndrome de piernas inquietas, generarían insomnio.
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