Pedir perdón es un gesto asociado a la madurez emocional y a la capacidad de reconocer errores. Sin embargo, cuando se convierte en un hábito excesivo, puede revelar aspectos más complejos de la personalidad, según la psicología.
El psicólogo Fernando Azor explica a La Nación que disculparse constantemente puede deslegitimar el acto de pedir perdón. Repetir esta conducta puede confundir a los demás, haciendo que las disculpas pierdan su impacto y credibilidad.
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Además de que este comportamiento también afecta a quien lo practica, debilitando su autoestima al asumir culpas que a menudo no le corresponden.
Qué significa siempre pedir perdón, según la psicología
Para exponer qué significa siempre pedir perdón, Fernando distingue entre dos tipos de culpa, y las explica de la siguiente manera:
- La culpa real. Ocurre cuando una persona comete un error y lo reconoce, lo que suele llevar a una disculpa genuina y constructiva.
- La culpa irracional. Se basa en inseguridades o creencias limitantes que hacen que alguien pida perdón por situaciones que no controla o que no son realmente su responsabilidad.
Este tipo de disculpas excesivas puede reflejar una autoexigencia extrema y una necesidad constante de aprobación, generando un círculo de dependencia emocional y baja autoestima, indica el psicólogo.
¿Cuándo no es necesario pedir perdón?
Según Fernando, hay tres situaciones clave en las que pedir perdón no debería ser la respuesta:
- Al pedir ayuda. Solicitar asistencia no es una falta ni una carga para los demás. Pedir perdón en estos casos puede colocarnos en una posición de inferioridad innecesaria.
- Cuando se tiene razón. Si una persona posee pruebas o argumentos válidos, no necesita disculparse por defender su posición, aunque esta pueda incomodar a otros. La clave está en comunicar con asertividad.
- Al dar una opinión. Expresar un punto de vista puede generar desacuerdos, pero no es motivo para disculparse. En estos casos, es importante respetar las diferencias sin sentir culpa por incomodar.
En resumen, pedir perdón debe ser un acto consciente y auténtico, no un hábito automático que debilite la confianza en uno mismo. Trabajar en la autoestima y reconocer las situaciones que no ameritan disculpas puede ser fundamental para romper con este patrón.
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