Estudios del INGER muestran que dos de cada diez personas adultas mayores no tienen acceso efectivo al sistema de salud, y si bien la esperanza de vida ha aumentado, una persona de 60 años podría vivir en promedio 11 años con algún grado de dependencia. Aún al día de hoy, los servicios de salud están insuficientemente preparados para atender las necesidades de salud de las personas mayores.
Pero la problemática va más allá de la atención a la salud física, pues cerca del 20% de las personas mayores sufren de algún tipo de maltrato, 39%, han sido discriminadas por motivo de edad en los últimos doce meses, según la ENADIS 2022. Pero a la edad, se le pueden sumar otras condiciones que agravan aun más la situación de invisibilidad ante la sociedad pero en particular en el entorno del sistema de salud.
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Este reporte tiene como objetivo presentar las problemáticas de tres grupos de personas adultas mayores en condiciones de vulnerabilidad: personas mayores de la comunidad LGBTQ+, personas mayores que perdieron su libertad y personas mayores con VIH-SIDA.
Personas mayores de la diversidad sexual y de género
Las personas mayores con orientación sexual distinta a la heterosexual o identidad de género diversa, conocidas por el acrónimo LGBTTTIQA (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, transexuales, travestis, intersexuales, queer y asexuales), o simplemente LGBT+, han recibido poca atención en todos los sentidos.
En México, la Encuesta Nacional sobre la Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) 2021 encontró que 4.1% de la población mexicana reporta una orientación sexual distinta a la heterosexual y 0.9% reporta una identidad de género diversa. El 3.1% de la muestra tenía 60 años o más, lo cual indica que aproximadamente 0.9% de las personas mayores en México pertenece a la comunidad LGBT+.
Las personas mayores enfrentan doble discriminación: por edad y por diversidad sexogenérica. (1) Hay evidencia de que enfrentan más barreras para recibir atención social y a la salud, y que tienen menos opciones de cuidados informales. Suelen tener mayor inestabilidad financiera y barreras legales que les dificultan el ejercicio de derechos. Tienen peor estado de salud física y mental que sus pares heterosexuales y cisgénero, así como una mayor prevalencia de comportamientos de riesgo para la salud, como uso de sustancias y prácticas sexuales de riesgo. Además, han sido desproporcionadamente afectadas por la epidemia de VIH.
La calidad de vida de las personas mayores LGBT+ fue evaluada en el estudio Caring and Aging with Pride: The National Health, Aging, and Sexuality Study (Estados Unidos, 2010). La salud mental estuvo asociada negativamente con la victimización y discriminación, el salir del clóset y las enfermedades crónicas, y positivamente asociada con el sentido positivo de identidad sexual, el tamaño de red social, el apoyo social, la actividad física, las actividades recreativas, el chequeo rutinario de salud, el no uso de sustancias, el ingreso, el empleo, el sexo masculino y la identidad transgénero. Si bien algunas de estas asociaciones son compartidas por personas heterosexuales cisgénero, otras son claramente inherentes a la población LGBT+.
Entre las barreras sistémicas que las personas mayores LGBT+ enfrentan para recibir atención adecuada para la salud, destaca la escasa o nula sensibilización del personal de salud para proporcionar una atención culturalmente apropiada, que frecuentemente resulta en discriminación, estigmatización, atención inapropiada y pobre acceso a servicios específicos como cuidados de largo plazo y cuidados al final de la vida. Esto provoca que muchas personas mayores decidan ocultar su orientación sexual o identidad de género, incluso cuando hubieren sido abiertas al respecto durante su juventud, en un fenómeno conocido como “regreso al clóset”.
El sistema de salud debe reconocer y trabajar en eliminar las barreras para la atención apropiada de las personas mayores LGBT+. Un punto de partida esencial es el desarrollo de políticas transversales de inclusión y no discriminación, así como la capacitación al personal de salud para que desarrolle competencias que les permita implementar protocolos de atención sensibles a las orientaciones sexuales e identidades de género diversas.
Cambios pequeños como el uso de los pronombres elegidos, el diseño de formatos incluyentes para los expedientes clínicos, la asignación de espacios seguros (e.g., baños) y la garantía de la confidencialidad; pueden hacer una diferencia importante en la calidad de la atención a personas mayores LGBT+.
El envejecimiento saludable para personas LGBT+ es posible, pero requiere un cambio de paradigma no sólo en el sistema de salud, sino en la sociedad entera, de tal forma que se garanticen plenamente los derechos de esta población con la que la sociedad entera tiene una deuda histórica.
Envejecer en la cárcel
El 22 de febrero del 2022 Vernon Madison, fallece en una cárcel de los Estados Unidos a los 70 años. Si bien su delito fue el de asesinato de un policía, sus abogados lograron que su castigo –la pena de muerte– no se ejecutara. El argumento: Vernon no recordaba porque tenían que ejecutarlo y mucho menos entendía lo que estaba pasando dentro de la cárcel. La razón: Vernon llevaba varios años de sufrir demencia.
Este ejemplo, es una pequeña ventana sobre el tema de las personas mayores en prisión. El envejecimiento poblacional ha llevado al crecimiento de este grupo de en todos los ámbitos del quehacer humano. En alguna medida los distintos sistemas de apoyo (gubernamentales o no), se han podido adaptar para atender a este grupo; pero a una velocidad insuficiente. Las prisiones son una muestra de que esta adaptación necesita acelerarse para llegar a todos las personas en este grupo de edad.
En el año de 2017, la Comisión Nacional de Derechos Humanos publicó un informe sobre personas mayores en centros penitenciarios del país. Los resultados fueron (y siguen siendo) preocupantes. Dicho informe menciona que sólo se contaba con 137 quejas de personas adultas mayores privadas de su libertad entre 1996 y 2016; contrastando con los hallazgos que describe este informe. Entre otras violaciones a los derechos humanos, encontraron la falta de infraestructura adecuada a la edad, ausencia de atención médica especializada, omisión de la identificación de personas mayores y sus necesidades, entre otras.
La Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) se ha realizado en el 2016 y en el 2021, incluyendo preguntas específicas para las personas mayores. Un primer dato que arroja es un incremento del 83.8% de los individuos de 60 años o más en las cárceles de México.
No obstante, siguen siendo una minoría del total de las personas privadas de la libertad (3.4%). Por otro lado, son las personas adultas mayores quienes reportaron un mayor tiempo de estancia tras las rejas; adicionalmente, en este grupo de edad está la mayor proporción de personas que ignoran cuánto tiempo tienen en prisión. Hasta 53% de los mayores de 60 años refirieron no poder leer o escribir un recado.
Adicionalmente, hay una mayor proporción de personas mayores que se identifica como afromexicano o indígena. En conjunto estas características apuntan a la potencial vulnerabilidad dentro de la vulnerabilidad de este grupo de edad.
La prevalencia de diabetes reportada por esta encuesta pasa de 4.8% en menores de 60 hasta 23.6% en los mayores de esta edad y la discapacidad visual, auditiva y motora, es significativamente más prevalente en personas mayores, casi la mitad reporta tener dificultad visual (46.1%), 24% reportan problemas auditivos y casi el 25% tienen algún grado de discapacidad motriz.
Estos datos deben alertarnos sobre distintas soluciones que podrían implementarse. De hecho, el reporte de la CNDH generó algunas reacciones; por ejemplo, una iniciativa en el congreso de San Luis Potosí para proveer de servicios geriátricos a los internos personas mayores. Otras soluciones también se han planteado, tal como lo anunciado por el gobierno federal en el año 2019; sobre la liberación de las personas con mayor edad.
Sin embargo, hay varias tareas pendientes, y hace falta una generalización de la atención de estas personas a partir de programas articulados, que no sólo cuiden de la persona dentro de la cárcel, también la apoyen durante los primeros meses o años de su reintegración a la sociedad.
La persona adulta mayor con VIH/SIDA
La pandemia por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), es un reto de salud pública para México y el mundo debido a las desigualdades que la impulsan desde hace cuarenta años.
En México se estima que 370 mil personas viven con VIH, de los cuales 7 de cada 10 conocen su diagnóstico. En el país, seis de cada 100 personas que viven con VIH sin seguridad social son personas mayores.
Para poder avanzar en la lucha del VIH, se debe de iniciar por aquellas poblaciones que no hemos alcanzado y se han quedado atrás, incluidas las personas adultas mayores. La primera barrera es su reconocimiento como una de las poblaciones prioritarias de atención, por diversos factores dentro de los cuales destacan:
- Cambios demográficos y prevalencia del VIH: En el país existen 7,852 personas mayores que viven con VIH, sin seguridad social, de los cuales se encuentran en tratamiento antirretroviral 7,722 personas y 69 en profilaxis.
- Implicaciones biológicas y desafíos para la salud: El proceso de envejecimiento debilita el sistema inmunológico, lo que hace que las personas mayores sean más vulnerables a las infecciones oportunistas y otras complicaciones relacionadas con el VIH. Además, las interacciones entre el envejecimiento, el VIH y otras enfermedades crónicas pueden llevar a un manejo médico complejo y posibles interacciones farmacológicas.
- Estigma y factores sociales: El estigma sigue siendo una barrera importante para la prevención, el diagnóstico y el tratamiento del VIH, afectando a personas de todas las edades. Sin embargo, las personas mayores pueden enfrentar desafíos únicos debido a las percepciones y estereotipos sociales que rodean al VIH. Las personas adultas mayores, enfrentan otras barreras particulares que inician con la falta del reconocimiento y atención a su salud sexual y el derecho al placer de esta población.
- Diagnóstico tardío y oportunidades perdidas: El diagnóstico tardío del VIH es un problema común entre las personas mayores, lo que puede tener graves consecuencias para sus resultados de salud. Las oportunidades perdidas para una intervención temprana pueden resultar en una progresión avanzada de la enfermedad y un mayor riesgo de complicaciones. En México, si bien la mayoría (90%) de las personas mayores con diagnóstico y vinculados a tratamiento se encuentran indetectables, un 30% se diagnostican tardíamente.
- Retos en el tratamiento: El manejo del VIH en las personas mayores requiere una cuidadosa consideración de varios factores. Las personas mayores pueden experimentar cambios fisiológicos relacionados con la edad, como una disminución de la función renal o de la densidad ósea, lo que puede influir en las elecciones y dosis de medicamentos. Además, es necesario gestionar de manera efectiva la polifarmacia y las posibles interacciones farmacológicas con otras enfermedades crónicas para garantizar resultados óptimos en el tratamiento. La triple optimización de la terapia ARV en México ha permitido que las personas mayores tengan mejores opciones terapéuticas a partir del 2019. Actualmente la mayoría (83%) de las personas adultas mayores se encuentran con tratamientos en tableta única con mínimos efectos adversos e interacciones.
- Salud Mental y apoyo: La carga emocional de un diagnóstico de VIH, junto con los desafíos del envejecimiento, puede llevar a un aumento de las tasas de depresión, ansiedad y aislamiento social. A través de estrategias de atención integral, análisis territorial y de sindemias a partir del 2020, se ha podido avanzar en la atención de Hepatitis C, B y salud mental, sin embargo aún existen brechas que cerrar.
A medida que crece la población de personas mayores, es imperativo hacer visible los retos, las desigualdades y abordar las necesidades específicas de aquellos que viven con VIH. Combatir el estigma, promover las pruebas y adaptar los servicios de atención médica, podemos garantizar que las personas mayores que viven con VIH reciban la atención y el apoyo que requieren. La única manera de no dejar a nadie atrás es a través de sistemas resilientes que a las personas y comunidades en el centro.
* Texto escrito por: Carmen García-Peña1, Raúl Hernán Medina Campos1, Mario Ulises Pérez Zepeda1, Alethse de la Torre Rosa2
1. Instituto Nacional de Geriatría
2. Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH y el Sida. Secretaría de Salud