El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ha provocado una oleada de conmoción e indignación que trasciende lo político. Lo que experimenta la población ante un hecho de violencia de alto impacto no es simple curiosidad ni morbo, es un reflejo de un mecanismo humano conocido como contagio emocional o duelo colectivo.
La psicóloga Elaine Hatfield, de la Universidad de Hawái, explica que esta capacidad de “contagiarnos” de las emociones ajenas surge casi desde el nacimiento. “Los bebés imitan el estado emocional de sus madres, nuestro cerebro activa un sistema de neuronas espejo que nos permite comprender lo que otros sienten”.
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Así, cuando una figura pública experimenta dolor o es víctima de violencia, las expresiones de indignación o tristeza colectiva no son casuales: se trata de una forma de empatía automática y compartida que puede llegar a modificar el estado emocional general de una comunidad entera.
Miedo, estrés y ansiedad: la ciencia detrás del impacto social
El asesinato de un líder local- como Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, Michoacán, no sólo deja un vacío político; también altera el equilibrio psicológico de la población. Según especialistas, los eventos violentos disparan la producción de epinefrina y cortisol, neurotransmisores relacionados con la respuesta al estrés.
Estos compuestos aumentan la presión arterial y el nivel de glucosa en la sangre, mientras deprimen el sistema inmunitario. En conjunto, generan síntomas de ansiedad, insomnio, irritabilidad, pensamientos catastróficos y una sensación persistente de inseguridad.
Una investigación realizada por científicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) determinó que la relación que hay entre la violencia con la generación de estrés provoca y recrudece el padecimiento de enfermedades crónico-degenerativas.
De acuerdo con el estudio cuando se experimenta violencia con frecuencia, se genera estrés de manera sostenida y el organismo produce una respuesta bioquímica al liberar sustancias denominadas catecolaminas (norepinefrina y epinefrina) y cortisol; las científicas han vinculado que el estrés provocado por la violencia desarrolla y recrudece las enfermedades crónico-degenerativas.
El “luto colectivo”: un proceso de adaptación social
El duelo colectivo es una respuesta emocional ante hechos que sacuden los cimientos morales de una sociedad: una tragedia pública, un desastre natural o un acto de violencia extrema. A diferencia del duelo personal, involucra a toda una comunidad que se siente herida, confundida o atemorizada.
Durante este proceso, pueden presentarse síntomas como la negación, la ira, la tristeza o la necesidad de buscar justicia. Las personas pueden experimentar dificultades para concentrarse, cambios en los patrones de sueño o alimentación, e incluso sentimientos de paranoia o desconfianza.
La pérdida de una figura pública puede reactivar traumas previos y poner en duda la seguridad del entorno, el papel de las instituciones y la cohesión social. “La violencia altera no sólo la percepción del riesgo, sino también la forma en que la gente se relaciona y confía en los demás”, señalan especialistas en salud mental.
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