Nuevas palabras, nuevas experiencias, nuevas razones para sonreír, nuevas motivaciones para continuar y nuevos retos que atravesar son algunos elementos que otorga el tener y educar hijos. Más allá de otorgar alimentos, sustento y servicios básico, es acompañar e impulsar a una persona única e irrepetible. Educar a los hijos es una actividad que conlleva una serie de aprendizajes que constantemente están en acierto y error. Por ello, existen días difíciles que provocan gritos hacia los niños.
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Los gritos son utilizados para expresar alegrías, tristezas, enojos y frustraciones. En algunas ocasiones podemos gritar hacia nosotros mismos o hacía otras personas. Es una alternativa liberar emociones. Aunque gritar en un concierto o en una fiesta resulta satisfactorio, cuando le gritamos constantemente a nuestros hijos podemos fomentar ciertas consecuencias en su salud mental y física. Tal vez por años fue una alternativa de educación, pero ahora somos más conscientes de sus efectos.
¿Por qué les gritamos a los hijos? ¿Cómo afectan los gritos a los hijos? ¿Cómo reducir el uso del grito para educar a nuestros hijos? Continúa leyendo esta nota para conocer consejos que te permitirán tener una relación saludable con tus hijos. Más allá de juzgar a las personas que recurren a los gritos, es una serie de consejos que nos inviten a repensar nuestras herramientas para educar y formar convivencias sanas.
¿Qué hacer cuando le gritas a tu hijo?
De acuerdo con la psicóloga infantil y juvenil Katia Aranzabal Barrutia, los gritos no producen ningún daño físico en los hijos, sin embargo, lo que decimos y la forma en que lo decimos puede provocar una serie de consecuencias negativas a nivel emocional. Es normal que madres, padres y cuidadores pierdan el control de los nervios y suban el tono para hacerse escuchar, pero ¿no preferimos que nos hablen a nosotros en un tono normal?
Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, gritar no sólo implica subir el tono de voz. Por lo general, esta acción acompaña una serie de palabras que hieren la autoestima y seguridad de niñas y niños. Un grito implica el abuso de poder que descalifica, intimidad, humilla, subordina y culpabiliza a los hijos. Al paso del tiempo, esto hace que niños no recurran a madres, padres y cuidadores con tal de evitar el enojo y los gritos.
La institución añade que los gritos no sólo quedan en los hijos, también en sus relaciones. Cuando los hijos han sido criados en un ambiente donde el grito es la forma de resolver conflictos, las y los niños desarrollan conductas agresivas y desafiantes como mecanismos de defensa. Esto lleva a formar resentimientos y problemas de interacción con el fin de ganas respeto y hacerse escuchar subiendo el tono de voz.
BBMundo añade que los gritos ocupan un papel de castigar para que los hijos realicen las actividades que buscamos. Cuando una persona recurre al grito al momento de educar olvida que la educación no es controlar, sino guiar para favorecer el aprendizaje y el desarrollo de habilidades sociales sin lastimar a la persona. Con el fin de dejar de gritar a los hijos, Eresmamá aconseja lo siguiente:
- Detallar las situaciones en la que normalmente gritamos: tenerlas identificadas y en caso de ser posible, evitarlas
- Admitir que gritar es sinónimo de maltrato: reconocer que alzar la voz no es bueno y existen alternativas para comunicar
- Pedir disculpas cuando sea necesario: pedir perdón si hemos hecho sentir mal a los chicos
- Llegar a acuerdos: expresar con confianza que sí no son cumplidos, tendrán que dejar de lago algo que les agrade
- Buscar apoyo psicológico: esto facilitará herramientas y corregir comportamiento que caigan en maltrato verbal
- Relajarse de vez en cuando: apartar tiempo y liberar estrés
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