En la consulta diaria como neuropsiquiatra, no es raro que un paciente me diga: “Doctor, me siento desconectado de mis emociones. No estoy triste, pero tampoco feliz; como si las cosas ya no me tocaran”. A esa experiencia la llamamos embotamiento afectivo.
El embotamiento afectivo se define como una reducción en la intensidad con la que se experimentan y se expresan las emociones. La persona puede seguir funcionando, pero describe una especie de “filtro” o “distancia” con respecto a lo que antes le emocionaba o conmovía. Es importante diferenciarlo del aplanamiento afectivo, que es mucho más profundo y suele verse en padecimientos como la depresión mayor, donde las emociones no solo se sienten apagadas, sino prácticamente anuladas.
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Antidepresivos y embotamiento afectivo
Paradójicamente, este fenómeno puede aparecer como efecto adverso de los mismos tratamientos antidepresivos que buscan mejorar la calidad de vida de los pacientes. No significa que los medicamentos no funcionen; muchas veces logran reducir los síntomas de tristeza, desesperanza o ansiedad, pero dejan detrás una sensación de “indiferencia emocional”.
La literatura científica nos dice que este efecto secundario puede presentarse entre 20% y 40% de los pacientes, dependiendo del tipo de fármaco utilizado. En términos generales:
- Inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina (ISRS): son los más asociados, con reportes de embotamiento en alrededor del 30% de los pacientes.
- Inhibidores de la recaptura de serotonina y noradrenalina (IRSN): muestran cifras similares, aunque ligeramente menores, cercanas al 20-25%.
- Antidepresivos atípicos, como bupropión o mirtazapina, tienden a presentar este fenómeno en un 10-15% de los casos, por lo que en algunos pacientes pueden ser una opción para reducir este efecto.
- Tricíclicos y otros fármacos más antiguos tienen menor uso en la práctica actual, pero también pueden provocar embotamiento en un rango del 15-20%.
¿Qué hacer si aparece?
Lo primero es no suspender el tratamiento por cuenta propia. El embotamiento afectivo debe ser monitoreado y descrito con claridad al médico tratante. A partir de ello, se pueden considerar varias estrategias:
- Ajustar la dosis del antidepresivo.
- Cambiar a otra clase terapéutica menos asociada con este efecto.
- Combinar el tratamiento farmacológico con psicoterapia para reentrenar la conexión emocional.
- En algunos casos, añadir un fármaco complementario que contrarreste el embotamiento.
La importancia de la comunicación
El mensaje clave es que la voz del paciente es indispensable. El médico no puede percibir directamente la calidad emocional interna de la persona; solo puede aproximarse a partir de la narrativa del propio paciente. Por eso, hablar con franqueza sobre estos síntomas es crucial para ajustar la estrategia terapéutica.
En conclusión, el embotamiento afectivo no debe confundirse con una recaída depresiva ni con un signo de fracaso del tratamiento, pero sí requiere atención. La recomendación siempre será mantener un diálogo abierto y constante con el médico tratante, para encontrar el equilibrio entre controlar los síntomas de la depresión y preservar la capacidad de sentir plenamente nuestras emociones.
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