Es una realidad que debemos comprender: nuestro cuerpo está colonizado por microorganismos. Miles de tipos de bacterias y hongos que son parte del ecosistema del ambiente externo, de nuestro cuerpo en el exterior y también en el interior (vías respiratorias, digestivas, urinarias, etc). A este ecosistema actualmente le llamamos microbioma (coloquialmente también llamado flora intestinal).
La importancia del microbioma del sistema digestivo
El microbioma, aunque formado por miles de millones de organismos, comúnmente lo visualizamos como un solo ente funcional, que reside en nuestros cuerpos.
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Cada vez que nosotros nos alimentamos, también alimentamos al microbioma. De hecho, cada vez que comemos, nuestras células necesitan que el microbioma rompa las moléculas grandes, en moléculas pequeñas para poder absorberlas, y al mismo tiempo, el microbioma se alimenta.
Cada tipo (y miren que hay miles de millones de tipos) de estos microorganismos, al alimentarse de nuestro alimentos, produce también sustancias de desecho. No por ser desechos son malos, pero todos tienen efectos diferentes. Algunos de estos desechos son gases y otras son sustancias.
En la actualidad se investigan las múltiples funciones de esas sustancias producidas. Algunas veces actúan como sustancias proinflamatorias, otras veces como antiinflamatorias y en otros muchos casos, parecieran comportarse como mensajeros químicos lo cuales se comunican con las neuronas en el cerebro y les avisan cuando ya deben sentirse saciadas, o cuando deben decirles que se sienten hambrientas y de qué (es decir sobre los antojos).
Este complejo sistema es la punta de la punta de un iceberg que aun estamos empezando a entender.
Esto trae una nueva luz al entendimiento del sistema digestivo (y otros sistemas también). Nos hace volver a revisar lo que sabemos sobre gastritis, colitis, reflujo, diarrea, constipación, etc. Donde antes veíamos solo órganos y cuestiones mecánicas, ahora podemos aplicar un sistema bioquímico y esperar modificaciones en síntomas que antes solo afectábamos químicamente.
Podemos rehabilitar la digestión con alimentos
Durante años hemos tratado la “maldigestión” con sales efervescentes: un mecanismo químico para permitir la salida de gas. Ahora, sabemos que el gas es producido por nuestro microbioma y podemos anticipar que alimentos lo pueden aumentar (como los lácteos).
Este desarrollo de nuevo conocimiento ha transformado a la tradicional rama de la gastroenterología en algo nuevo: “Neurogastroenterología”. No se trata solamente de buscar parásitos y bombardear el cuerpo con medicamentos, sino de rehabilitar la digestión a través del alimento correcto.
En las escuelas de medicina nos recuerdan una de las antiguas frases de Hipócrates, el padre de la medicina en la Antigüa Grecia:
“Que tu alimento sea tu medicina, y tu medicina sea tu alimento”.
Dos mil años y nos sigue enseñando a ver lo que teníamos enfrente. Esos malestares recurrentes no vienen por la falta de medicamentos antiácidos, de algoprazoles o de algobióticos…pero parece ser que es por el desorden en nuestros hábitos de alimento y en nuestro hábito de hidratación.