Desde la psicología y las ciencias de la conducta, es imperativo que cambiemos la narrativa sobre la neurodivergencia. No es un defecto que deba ser corregido, sino una variación natural en el cerebro humano que procesa información, interactúa y
aprende de manera diferente a la norma socialmente aceptada (neurotipicidad). Hablamos de condiciones como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), la dislexia, el espectro autista, y la dispraxia, entre otras.
Vivir con estas características implica un conjunto único de desafíos y fortalezas. Por lo que una persona neurodivergente puede experimentar una intensa lucha diaria por ejemplo:
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Para la persona con TDAH, la vida se presenta como un constante torbellino de distracciones, con una dificultad significativa para la gestión del tiempo y la priorización de tareas.
Para quien vive con dislexia, el reto no está en su inteligencia, sino en cómo el cerebro decodifica el lenguaje escrito, invirtiendo letras o confundiendo la linealidad del texto. Estos retos, a menudo invisibles, generan una carga de estrés crónico, ansiedad y, muy frecuentemente, la sensación de no "encajar" o de ser "insuficiente".
El reciente caso de Fátima Bosch, nuestra representante en Miss Universo, ofrece un poderoso ejemplo de cómo la neurodivergencia se cruza con el liderazgo y la adversidad. Fátima ha sido abierta sobre sus diagnósticos de TDAH y dislexia.
Cuando un directivo del certamen la humilló públicamente, la reacción de Fátima no fue de sumisión, sino de una rotunda autoafirmación. Su valentía al denunciar el maltrato, al gritar "nadie podrá callar mi voz", no es solo un acto de empoderamiento femenino, sino una manifestación de la autenticidad que muchas mentes neurodivergentes se ven forzadas a esconder.
En el ámbito laboral, el acoso y la agresión a menudo se dirigen a aquellos que perciben como "diferentes" o "débiles". En el caso de Fátima, su diferencia neurocognitiva pudo haber sido un factor explotado por otras personas a lo largo de su vida, bajo la premisa equivocada de que su dislexia o TDAH la harían menos capaz de defenderse o de articular una respuesta. Sin embargo, ella ha demostrado una capacidad de respuesta emocional y moral superior. Su liderazgo se manifestó recientemente al negarse a ser silenciada por el abuso de poder, convirtiéndose en un faro para otras mujeres que sufren maltrato en sus propios entornos profesionales.
En el ámbito laboral estos temas están presentes y nos permiten posicionarnos en que las empresas ya no pueden permitirse el lujo de la homogeneidad. Las mentes neurodivergentes aportan un valor incalculable:
- Enfoque Hiperfocalizado: Las personas con TDAH a menudo pueden concentrarse de forma intensa en áreas de su interés.
- Pensamiento Lateral: Los desafíos cognitivos obligan a generar soluciones creativas fuera de las vías tradicionales.
Nuestra tarea es crear espacios de trabajo genuinamente inclusivos. Esto va más allá de un discurso; implica realizar acondicionamientos razonables (tiempo extra para ciertas tareas, herramientas de apoyo tecnológico, entornos de trabajo tranquilos) y, sobre todo, construir una cultura de la empatía.
El ejemplo de Fátima nos enseña que el verdadero liderazgo no es la ausencia de vulnerabilidad o diferencia, sino la fuerza para abrazarla y usarla para desafiar la injusticia. Para avanzar hacia una sociedad más equitativa, debemos asegurar que cada mente, en su singularidad, sea respetada, valorada y protegida de la violencia. La diversidad, en todas sus formas, es la base de la innovación y la resiliencia humana.
