Hasta hace poco tiempo se creía que existían dos únicas vías a través de las cuales se producía el dolor, el que surge como resultado de un daño tisular, llamado nociceptivo y el que aparece como consecuencia de un daño o lesión en el sistema nervioso periférico o central, conocido como neuropático.
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Ambos pueden ser corroborados con distintos métodos diagnósticos o biomarcadores asociados. Sin embargo, no había explicación para los cuadros de dolor crónico, como los que se presentan en la fibromialgia, migraña, cistitis intersticial, intestino irritable, dolor lumbar crónico, entre otros.
Se estima que entre el 5 y 15% de la población mundial padece este tipo de dolor, conocido desde el 2016 como dolor nociplástico y que hasta ahora parece ser el resultado de alteraciones en el procesamiento sensorial y en su modulación y puede presentarse solo o acompañado de dolor nociceptivo o neuropático.
El dolor nociplástico fue incluido en la clasificación internacional de enfermedades de la OMS en el año 2017. Su reconocimiento representa un parteaguas que contribuirá a validar la experiencia de tantos pacientes cuyo dolor ha sido una y otra vez minimizado y hasta ridiculizado, causando frustración y aislamiento.
Impacto del dolor en la vida de los pacientes
El dolor es siempre una percepción subjetiva y modulada por aspectos biopsicosociales y debe ser entendido tal y como cada paciente lo describa. Sin embargo, no es extraño que se intente interpretar o juzgar el impacto que el dolor tiene en la vida de los pacientes.
Para la familia y los amigos resulta más fácil pensar que el dolor de su ser querido no es tan serio o intenso e intentan convencerlo o convencerse con frases hechas como no es para tanto, ya pasará, échale ganas, piensa en otra cosa, y un larguísimo etcétera. Asimismo, para algunos médicos resulta difícil aceptar la existencia de un dolor que no puede ser medido o comprobado y evitan incluso atender pacientes que no responden a los tratamientos habituales para el manejo de dolor.
Mientras tanto, los pacientes van de médico en médico buscando alivio para su dolor y al no encontrarlo, intentan cualquier cosa que les sea ofrecida. El efecto placebo puede resultar benéfico para algunos de ellos, pero difícilmente se mantiene en el tiempo. Otros más, con su propia intuición, modifican algunas rutinas, cambian su dieta, incluyen algunos tipos de ejercicio o terapias mente-cuerpo, como yoga, meditación o tai-chi, y obtienen algunos resultados que mejoran su calidad de vida, aun cuando el dolor persista.
Hoy, sin embargo, con el reconocimiento de la existencia del dolor nociplástico, se abre una gran ventana de oportunidad que genera interés por conocer, comprender y desentrañar el origen de este tipo de dolor y poder así desarrollar medicamentos y tratamientos dirigidos a su cura o control.
La ciencia seguirá avanzando, pero me gustaría subrayar la importancia de divulgar este tema entre la población en general e incluso entre los profesionales de la salud que no están directamente involucrados con el manejo del dolor, y advertir también sobre el sufrimiento de quienes padecen alguno de estos cuadros de dolor y enfrentan, día con día, la indiferencia o incredulidad de quienes repiten una y otra vez todo está en tu mente.
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