Lo primero que hay que decir al respecto, es que los celos son una emoción más en el espectro afectivo de todo ser humano, por lo tanto, es absolutamente normal que todos sintamos celos en algún momento de la vida. De hecho, es hasta bueno, deseable y necesario en el desarrollo de todas nuestras relaciones el sentir ganas de recibir la atención de la persona en cuestión de forma más intensa.
Pero, si comenzamos a hablar de los celos patológicos en las relaciones de pareja, lo primero a dejar en claro es que: AMOR NO ES POSESIÓN. Mantener una relación de pareja no es una relación de pertenencia. Más allá, de que siempre se habla de que el celoso es alguien inseguro, tenemos que verlo como alguien que necesita ejercitar el hábito de la confianza.
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Podríamos agrupar a los celos enfermizos en dos tipos o grupos que son suficientemente diferentes:
- Los que se manejan como un pensamiento obsesivo. La idea de la infidelidad crece, está presente cada vez más tiempo y ocupa mi mente. Misma que no se puede hacer cargo de las actividades que corresponden a mis labores cotidianas por estar distraída en la aparente infidelidad. El celoso sabe y entiende que no hay razones lógicas para sentirse así, pero la idea sigue ahí y no se logra mover.
- Los que son parte de una enfermedad delirante, tienen una idea falsa que cobra sentido en casi toda la información que les llega para incrementar la suposición de infidelidad, y a diferencia de la anterior, no hay conciencia racional de que los celos son infundados, ni hay datos o compromisos que tranquilicen la desconfianza; esta es mi realidad y así me comporto en cada momento.
Hay que ser claros: estos “celosos patológicos” requieren de atención de un especialista en salud mental, no hay que darle la vuelta, es imposible vivir así sin ayuda.
Ahora hablemos de todos aquellos que llegamos a sufrir de aquellos celos “esperables” que no son “enfermizos”, pero que sí hacen que me la pase mal. Estas serían las recomendaciones a seguir para no sufrir de más:
- Ya lo habíamos dicho, pero hay que recalcarlo… la confianza se ejercita y se trabaja, no se compra en el super ni por internet, hay que practicarla todos los días.
- Prohibido el multiseguimiento en redes sociales y el “stalkeamiento”. No hay que compartir contraseñas ni permitir a la pareja el revisar mis medios digitales.
- Cuando estés sufriendo una “crisis aguda” de desconfianza, y tengas ya hasta síntomas físicos de dolor de panza y llanto incontrolable, busca contención de alguien cercano. En momentos así, mi mente me hace demasiadas malas jugadas, es invaluable el punto de vista de alguien externo para poder lograr la paz.
- Pero sobre todo, sé siempre claro y preciso con tu pareja con lo que estás sintiendo y cómo te pasa, abrirnos en este sentido no nos convierte en personas débiles y dependientes, sino en seres asertivos que confiamos nuestros sentimientos a las personas que amamos.
Así que, hoy no puede haber otra moraleja, que practicar la confianza.