Todos conocemos a una persona que todo el tiempo se la pasa quejándose por diferentes situaciones, esto puede ser molesto pero también te puede afectar a ti, por lo que a continuación, te decimos por qué no es bueno convivir con personas que siempre se quejan, según la psicología.
Un estudio de la Universidad de Stanford demostró que 30 minutos diarios de exposición a quejas constantes reducen la actividad en el hipocampo, área cerebral clave para la solución de problemas.
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Las razones por las que NO es bueno convivir con personas que siempre se quejan, según la psicología
Los especialistas advierten que las personas quejumbrosas crónicas no solo drenan energía emocional, sino que pueden inducir estados de ansiedad y pesimismo en su entorno. Esta "toxicidad emocional" opera a través de mecanismos neuronales comprobables, transformando lo que parece una simple incomodidad en un riesgo real para la salud mental.
Estas son algunas razones por las que NO es bueno convivir con personas que siempre se quejan, según la psicología:
- Contagio emocional
Las neuronas espejo nos hacen literalmente "captar" el estado emocional de quienes nos rodean. Investigaciones del Instituto Max Planck muestran que pasar 15 minutos con alguien que se queja reduce nuestro umbral de tolerancia al estrés en un 35%. Este efecto es particularmente intenso cuando las quejas son repetitivas y sin búsqueda de soluciones. Nuestro cerebro interpreta estas señales como amenazas, activando respuestas de cortisol que, con el tiempo, debilitan el sistema inmunológico.
- Sesgo cognitivo
La psicología cognitiva explica que las quejas constantes refuerzan el "filtro negativo", un sesgo que hace sobredimensionar problemas e ignorar aspectos positivos. Un experimento de la Universidad de Harvard reveló que grupos expuestos a quejumbrosos crónicos identificaban un 40% menos de oportunidades en situaciones ambiguas. Este patrón se consolida mediante neuroplasticidad: cuantas más quejas procesamos, más fácilmente nuestro cerebro detecta lo negativo como patrón habitual.
- Erosión de la resiliencia
La exposición prolongada a la negatividad disminuye la producción de serotonina y dopamina, neurotransmisores clave para la motivación. Terapeutas del Hospital Mount Sinai observaron que pacientes rodeados de quejumbrosos requerían un 28% más de tiempo en recuperarse de depresiones leves. Peor aún: genera "indefensión aprendida", la creencia subconsciente de que los esfuerzos por mejorar son inútiles. Esta actitud se transmite incluso sin palabras, mediante microexpresiones y lenguaje corporal pesimista.
- Dinámicas sociales tóxicas
La psicología social advierte que las quejas crónicas crean sistemas relacionales basados en la complicidad negativa. Datos de la Universidad de Chicago muestran que por cada quejumbroso en un grupo, aumentan un 18% las conversaciones catastróficas. Estos entornos premian inconscientemente el victimismo sobre la solución de problemas, generando una "economía emocional" donde solo se recibe atención mediante lamentos. Con el tiempo, los miembros más positivos suelen alejarse, aislando al grupo en una burbuja de negatividad.
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