Los supervivientes de cáncer infantil enfrentan mayores riesgos de salud a lo largo de la vida. Diversos estudios clínicos muestran que mantener actividad física regular mejora la calidad de vida, reduce la mortalidad y protege frente a enfermedades crónicas.
Las personas que superaron un cáncer durante la infancia se encuentran en una categoría con riesgos elevados de efectos tardíos del tratamiento: daño cardiovascular, metabólico, neurológico, óseo, entre otros.
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Por ello, la importancia de adoptar estilos de vida saludables, junto con la actividad física, adquiere una relevancia especial para todos los pequeños que han sobrevivido a esta enfermedad casi mortal.
¿Por qué el ejercicio es necesario en la recuperación del cáncer en infantes?
Un equipo de investigadores de la Universidad Europea ha constatado que la realización de ejercicio mejora la recuperación de infantes sobrevivientes de cáncer. Durante la investigación se ha seguido a 126 supervivientes durante cuatro años y comparado con un grupo sano, con resultados sorprendentes: el ejercicio aeróbico combinado con el de fuerza permite preservar la fracción de eyección, así como mejorar la deformación cardíaca.
Según el estudio, los pequeños que corren menos y saltan peor presentan un engrosamiento de la pared del ventrículo izquierdo, una señal temprana de cardiotoxicidad.
Los investigadores concluyeron que los resultados de este experimento respaldan la implementación de intervenciones de actividad física a largo plazo para contrarrestar los efectos perjudiciales del cáncer infantil.
¿Qué beneficios concretos aporta el ejercicio en este grupo?
El aumento de la capacidad aeróbica, mejor función endotelial, menor incidencia de eventos cardiovasculares. Asimismo, mayor nivel de actividad física y aumento del ejercicio con el paso de los años se han asociado con menor riesgo de muerte en los supervivientes adultos.
Los supervivientes activos tienden a presentar mejor reserva fisiológica, lo que puede retrasar el deterioro que a veces aparece antes en este grupo, aunque la evidencia es más incipiente, se sugiere que la actividad física puede mitigar algunos efectos del tratamiento, como la fatiga crónica, la debilidad muscular o la disminución de la función física.
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