Diversos estudios han vinculado el consumo de tabaco con un aumento significativo en el riesgo de pérdida auditiva, desde la niñez hasta la adultez. Se ha comprobado que las personas fumadoras presentan al menos un 70% más de probabilidad de desarrollar problemas de audición con el paso del tiempo, en comparación con quienes no fuman.
Se ha identificado una relación directa entre la cantidad de cigarrillos consumidos por año y el nivel de deterioro auditivo. Esto se atribuye a los efectos perjudiciales del tabaco sobre los vasos sanguíneos y el sistema nervioso central, los cuales pueden afectar las estructuras sensibles del oído interno.
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Del mismo modo, si laboras en un entorno con altos niveles de ruido y además fumas, tu riesgo de sufrir pérdida auditiva puede ser aún mayor. La exposición prolongada a sonidos intensos, combinada con los efectos nocivos del tabaco, puede potenciar significativamente el daño auditivo. Un estudio realizado en el Reino Unido reveló que, entre los trabajadores expuestos a ruido laboral elevado, el 18% de los no fumadores presentaba algún grado de pérdida de audición, frente al 64% de los fumadores.
También se han identificado otras situaciones en las que el consumo de tabaco se asocia con la pérdida de audición. Diversas investigaciones señalan que la exposición al humo del cigarro ajeno, conocida como tabaquismo pasivo, puede incrementar el riesgo de sufrir deterioro auditivo. De hecho, las personas no fumadoras que conviven con fumadores pueden tener hasta el doble de probabilidades de desarrollar pérdida de audición.
Asimismo, se ha encontrado que las personas fumadoras presentan una mayor tendencia a padecer trastornos del oído medio, como infecciones, las cuales pueden contribuir a la pérdida de audición. Este efecto es especialmente notable en la infancia: los niños que crecen en hogares donde se fuma sufren con mayor frecuencia infecciones en el oído medio y, en muchos casos, requieren intervenciones quirúrgicas para la colocación de tubos de ventilación. Además, al llegar a la adolescencia, aquellos que estuvieron expuestos al humo de segunda mano muestran una mayor probabilidad de desarrollar pérdida auditiva.
Fumar durante el embarazo también resulta perjudicial para la audición. Se ha demostrado que los hijos de mujeres que fumaron mientras estaban embarazadas presentan hasta tres veces más riesgo de desarrollar algún grado de pérdida auditiva durante la adolescencia. Esta pérdida puede avanzar de forma progresiva desde el nacimiento, lo que sugiere que el daño ocasionado por el tabaco durante la gestación puede manifestarse con el paso de los años.
En conclusión, el consumo de tabaco se ha vinculado con un aumento en el riesgo de pérdida auditiva asociada al envejecimiento. Si, además, estás expuesto a un entorno laboral con altos niveles de ruido, el peligro puede intensificarse. Estos daños son irreversibles, por lo que es fundamental adoptar medidas preventivas para cuidar la audición, como dejar de fumar y usar protectores auditivos en lugares ruidosos.
