TRASTORNO LIMÍTROFE DE LA PERSONALIDAD

La desregulación emocional en el Trastorno Limítrofe de la Personalidad

La desregulación emocional no se debe a una falta de fuerza de voluntad o a un simple capricho, las personas con trastorno limítrofe de la personalidad no eligen sentir de esta manera

La inestabilidad emocional del TLP se traduce en relaciones interpersonales caóticas.
La inestabilidad emocional del TLP se traduce en relaciones interpersonales caóticas. Créditos: Canva
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El trastorno limítrofe de la personalidad (TLP) es una condición psiquiátrica que se caracteriza por una inestabilidad emocional profunda, que afecta gravemente la calidad de vida de quienes lo padecen. A diferencia de la depresión, donde la tristeza y el desánimo predominan, en el TLP, las emociones son como una montaña rusa: intensas, rápidas y a menudo impredecibles. Esta desregulación emocional no es algo que las personas con TLP elijan; es una forma fija y dolorosa de relacionarse con el mundo.

Las emociones en las personas con TLP son una montaña rusa. Foto: Canva

Imagina sentir cada pequeño inconveniente como una catástrofe, y cada gesto amable como una muestra de amor eterno. Para las personas con TLP, la vida cotidiana se experimenta en un tono más agudo que para la mayoría. Un desacuerdo menor puede provocar una rabia desbordante, mientras que, una simple muestra de afecto puede desencadenar un apego intenso y, a menudo, desproporcionado. Esta forma de vivir y sentir es extenuante tanto para ellos como para quienes los rodean.

La inestabilidad emocional del TLP se traduce en relaciones interpersonales caóticas. La intensidad con la que experimentan sus emociones a menudo provoca conflictos, malentendidos y rupturas. Para una persona con TLP, el temor al abandono es constante, lo que puede llevarla a comportamientos extremos, como rogar, amenazar con autolesionarse o, en algunos casos, intentar manipular a sus seres queridos para evitar la soledad.

Sin embargo, no debemos confundir esto con manipulación intencionada; en realidad, es un intento desesperado por mantener la estabilidad emocional en un mundo que, para ellos, parece constantemente fuera de control.

Esta desregulación emocional no se debe a una falta de fuerza de voluntad o a un simple capricho. Las personas con TLP no eligen sentir de esta manera, ni reaccionar con tanta intensidad. Su cerebro procesa las emociones de una manera diferente, lo que les dificulta regular sus respuestas emocionales como lo haría alguien sin el trastorno.

Este patrón de respuesta emocional forma parte de su estructura psicológica, moldeada por experiencias pasadas y, en muchos casos, por una predisposición biológica.

Vivir con TLP es un desafío diario. La constante oscilación entre emociones extremas genera un desgaste significativo en la calidad de vida. No solo es agotador experimentar estos altibajos, sino que también conlleva una constante sensación de incertidumbre y miedo. No saber cómo se sentirá uno en la próxima hora o cómo reaccionará ante una situación cotidiana crea un ambiente de angustia permanente. 

La sociedad juzga a las personas con TLP sin considerar que es una enfermedad mental. Foto: Canva

Es fundamental comprender que las personas con TLP no son culpables de su condición. La sociedad tiende a juzgar rápidamente comportamientos que parecen exagerados o irracionales, sin detenerse a considerar que estos son síntomas de una enfermedad mental real y debilitante.

En lugar de condenar, debemos esforzarnos por entender y apoyar a quienes viven con TLP. La empatía y el tratamiento adecuado, que suele incluir terapia psicológica y, en algunos casos, medicación, son clave para ayudarles a alcanzar una vida más equilibrada. Solo así podemos empezar a mejorar su calidad de vida y ayudarles a construir relaciones más estables y saludables.

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