Cada 31 de mayo, desde 1987, se conmemora el día mundial sin tabaco. De acuerdo con datos de www.tobaccoatlas.org , el tabaquismo entre la población adulta disminuyó del 22.7% al 17%, entre los años 2007 y 2021. Esta reducción ha sido el resultado de distintos programas de salud pública implementados alrededor del mundo, que van desde la prohibición de anuncios publicitarios, la reglamentación de espacios públicos libres de tabaco, y la divulgación de los daños que ocasiona tanto en los fumadores, como en quienes están su alrededor; es decir, los fumadore pasivos. Sin embargo, se observa mayor reducción de los índices de tabaquismo en los países de ingresos saltos, en comparación con los países de ingresos bajos y medios. De tal suerte, que el tabaquismo seguirá siendo uno de los más grandes responsables de muertes prevenibles durante este siglo.
En México, alrededor del 18% de la población adulta y el 9% de los menores de edad fuman en nuestro país y anualmente, más de 55,000 personas mueren por alguna enfermedad relacionada al tabaquismo. Si bien hemos avanzado en la prohibición del consumo de tabaco en los espacios públicos, las campañas publicitarias son camaleónicas y siempre buscan cómo llegar a las poblaciones más susceptibles, como es el caso de los jóvenes. Una vez que un joven es “capturado” por la industria, la adicción lo convierte en esclavo de su vicio, amenazando su salud, su economía y su libertad.
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Se ha hablado hasta la saciedad de los múltiples daños que el tabaquismo ocasiona para la salud. De acuerdo con la Unión internacional contra el cáncer, el tabaquismo ocasiona un 90% de los casos de cáncer de pulmón y también es un factor de riesgo importante en el desarrollo de otros muchos tipos de cáncer, como el de estómago, colon, vejiga, esófago, leucemia, bronquios, tráquea, riñón, boca, garganta, laringe, etcétera. Por si esto fuera poco, también está implicado en el desarrollo de las enfermedades cardíacas y los accidentes cerebrovasculares, así como en la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
Se ha demostrado que la nicotina tiene igual o mayor poder adictivo que la cocaína o la heroína. A esto se debe que muchos fracasen en el intento por dejar el tabaco, alrededor del 6% lo logra en esa primera ocasión.
El síndrome de abstinencia es un conjunto de síntomas que se desencadena al momento de dejar de fumar. Suele aumentar al paso de los primeros días y va cediendo paulatinamente en las siguientes semanas. No todos presentan todos los síntomas y su intensidad también es muy variable. Entre estos se encuentran el deseo de fumar, ansiedad, mayor apetito, irritabilidad, depresión, insomnio, mareo, dolor de cabeza, problemas gastrointestinales, etcétera.
Antes de tomar la decisión de dejar el hábito, es importante prepararse emocionalmente para transitar por el proceso y resistir de la mejor manera posible. Algunas estrategias podrían hacerle menos ardua esta primera etapa, infórmese de los grandes beneficios que el organismo obtiene desde el primer día, planee los siguientes días con actividades diferentes y que no estén relacionadas con el intenso deseo de fumar, cree menús atractivos y bajos en calorías, inicie o aumente una rutina de ejercicio o meditación.
Asimismo, si adoptar una actividad manual que le apasione, puede ser una gran aliada. Por ejemplo, supongamos que decide tejer o armar coches de colección. Si la pasión gana, no podrá fumar simultáneamente y la mente estará tan imbuida en lo que está haciendo que tampoco sentirá la necesidad de fumar. En pocas palabras, habrá substituido una adicción dañina por otra que no lo es. Si piensa que solo no lo puede lograr solo, busque ayuda profesional. Existen en nuestro país diversos programas de apoyo, como la clínica de ayuda para dejar de fumar, del Instituto Nacional de Enfermedad Respiratorias.
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