MUERTE DIGNA

¿En qué pensamos los mexicanos cuando escuchamos muerte digna?

El aumento en la expectativa de vida hace que hoy vivamos más, pero también que sea más el tiempo que se vive con sufrimiento relacionado con problemas de salud

Saber más sobre los cuidados paliativos y la muerte asistida nos puede ayudar a reflexionar y despejar dudas.
Saber más sobre los cuidados paliativos y la muerte asistida nos puede ayudar a reflexionar y despejar dudas. Créditos: Canva
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Cuando escuchamos muerte digna, de forma casi inevitable, pensamos en eutanasia. Una palabra que causa escozor en muchas personas. Si bien es cierto que la frase se ha utilizado como bandera de quienes apoyan el derecho de cada individuo a morir de manera anticipada, es posible analizarla con una perspectiva más amplia.

Quién no quisiera morir dignamente, si tuviera la posibilidad de elegir. Esto nos lleva a un problema más complejo ¿cómo definir dignidad? Cada individuo tendrá su propia idea de dignidad. Sin embargo, quizás podemos coincidir con algunos de los componentes que se suelen relacionar con ella.

Dignidad es tener la capacidad de realizar las actividades que dan sentido y gratifican; formar parte de un grupo, comunidad o sociedad; tener autonomía e independencia; conservar la funcionalidad necesaria para atender las necesidades básicas de alimentación e higiene. Dignidad es también, conservar una mente clara y lúcida hasta el final.

Sea cual sea su definición de dignidad, es posible que desee conservarla el resto de su vida y hasta el momento de su muerte. Hasta mediados del siglo XX, pensar la muerte era más sencillo. Las personas solían enfrentarse a ella, sin desafiarla y si el tiempo lo permitía, tomaban las previsiones necesarias para despedirse, ponerse en paz, dejar los asuntos en orden, y recibir los apoyos espirituales que desearan, de acuerdo a sus creencias. La muerte se vivía en familia, apoyada por la comunidad. Ante lo natural, qué sentido tendría resistirse.

Muerte digna y cuidados paliativos 

Hoy se muere distinto. Las dos terceras partes de las defunciones anuales en nuestro país son causadas por enfermedades crónicas no comunicables —cardiovasculares, diabetes, cáncer, insuficiencias orgánicas, entre otras.  Los grandes avances tecnológicos han hecho posible prolongar la vida de muchos pacientes, que antes morían poco tiempo después del diagnóstico. Sin duda, el aumento en la expectativa de vida hace que hoy vivamos más, pero también que sea más el tiempo que se vive con sufrimiento relacionado con problemas de salud.

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Cuando los tratamientos médicos dejan de funcionar y la enfermedad avanza provocando sufrimiento, entendido no solamente como dolor físico, sino como emocional, social y espiritual, los cuidados paliativos son fundamentales. De hecho, lo deseable es integrarlos tempranamente en el plan de cuidado del paciente y la familia.  

El foco se centra en procurar la mejor calidad de vida, atendiendo la sintomatología, mientras el curso natural de la enfermedad continúa hasta la muerte. El apoyo se mantiene para la familia en el momento de la muerte del ser querido y en su posterior duelo.

Sin embargo, los cuidados paliativos no tienen todas las respuestas para aliviar el sufrimiento, en especial el no físico, que puede llegar a ser inconmensurable. Estos pacientes, sin la posibilidad de acceder a la ayuda legal para morir, se ven condenados a seguir el resto de su vida en sufrimiento.

Estoy convencida que detrás de cada nuevo avance biomédico nos enfrentamos a nuevos retos y conflictos éticos a los que tenemos que responder. De ahí la importancia de entrar en un diálogo inteligente, dejando de lado las creencias personales, siempre respetables, para analizar seriamente la posibilidad de legalizar la ayuda médica para morir en nuestro país. 

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Países como Colombia, España, Suiza, Holanda, Bélgica, entre otros, tienen legislaciones al respecto y los datos muestran que existen suficientes salvaguardas para asegurar que ninguna persona sea presionada para morir anticipadamente. Es el paciente quien lo solicita y quien debe mostrar autonomía, claridad, congruencia y consistencia en su decisión para poder acceder a la ayuda médica para morir.

México se está moviendo en esa dirección, así lo muestra la reciente encuesta de opinión realizada por el Derecho a Morir con Dignidad. Saber más sobre los cuidados paliativos y la muerte asistida, sus diferencias, así como las experiencias de otras regiones del mundo nos pueden ayudar a reflexionar y despejar dudas y así contribuir al debate que, sin duda, se irá haciendo más evidente al paso de los próximos meses y años. De todo ello, les iré dando cuenta.

@GTarditi