Existe la creencia popular de que cuando nos enfrentamos a un evento emocional fuerte, frustrante, que nos confronta y que nos expone a la elaboración de un duelo, el hecho de que nos guardemos nuestras emociones.
Que veamos cómo le hacemos para tenerlas a raya y poder ser funcional para resolver problemas, pendientes o tareas relacionadas a nuestro evento, es algo relativamente malo, que aplica la teoría de la olla exprés donde en algún momento nos va a caer el veinte y van a explotar estas emociones reprimidas en una forma espectacular e increíblemente desgastante.
A este respecto tenemos que ser claros de acuerdo con la teoría de manejo de las emociones.
Reprimir emociones
Los estados afectivos no son acumulativos, se viven o no se viven, y conforme a la experiencia que vamos construyendo en la vida, nuestros mecanismos de defensa nos permiten elegir como estar en cada vivencia negativa, como demostrar nuestros sentimientos, con que intensidad y como darnos la oportunidad de seguir de pie y no derrumbarnos, en caso de que sea necesario.
(Foto: canva)
Explicar esto así de claro tiene como primera intención el que nos sintamos tranquilos de que no vamos a tener una consecuencia retardada en la salud emocional por no cumplir con una expectativa catastrófica.
Debemos de ser conscientes de que, al igual que con la adquisición de conocimiento, somos seres perfectibles emocionalmente y que vamos adquiriendo herramientas en el camino que nos hacen cada vez más capacitados para que ante las vivencias negativas favorezcamos la resiliencia y el crecimiento personal.
Claro que no tiene nada de malo, ante un evento desgarrador, el que nos derrumbemos y nos permitamos sentirnos mal. El mensaje importante es que nos sentemos un minuto y nos demos cuenta de cómo nos sentimos y como queremos actuar en cada situación.
(Foto: canva)
Hemos estado hablando de cómo reaccionar ante un evento terrible, pero creo que nos puede ayudar a darle forma a esta óptima gestión de las emociones lo que es más recomendable para hacer en nuestros sentimientos cotidianos.
El Centro de Inteligencia Emocional de la Universidad de Yale propone una técnica conocida como “RULER” para aprender a visualizar nuestras emociones diarias.
Comencemos por designar un espacio de alrededor de 5 a 10 minutos al inicio de mi día o cuando se requiera de acuerdo con mis vivencias para poder hacer este ejercicio.
Posteriormente tratar de ponerle nombre, de enunciar el tipo de emoción al que nos estamos enfrentando.
(Foto: canva)
Estamos mal acostumbrados a todo decirle que me siento mal, pero nombrar si es tristeza, frustración, ira, decepción, enojo, o incluso, alegría.
Ya desde el hecho semántico del nombre es muy probable que nos vaya quedando más claro con que hechos se relaciona y si de alguna forma podemos irle buscando una canalización o una solución al caso.
(Foto: canva)
Nos ayuda a quitarle la bruma al arrebato emocional y sobre todo nos compromete con el sentido de nuestros sentimientos y nos responsabiliza en el camino que deben de tomar, dejando de ser sólo unas marionetas con poco movimiento en el asunto.
Siendo así, entrenemos y re entrenemos este control en la gestión de nuestra salud mental como una forma más para crecer en este apartado.