Cuando hay un parto, se esperaría que los médicos atendieran a la paciente prestando atención a las necesidades de la futura mamá. Sin embargo, una gran cantidad de mujeres que se encuentran dentro ven cómo se promociona la “conformidad” y la “obediencia” como conductas premiadas debido a la violencia obstétrica.
El problema no queda ahí: por la violencia obstétrica, los médicos descalifican los conocimientos y opiniones de las mujeres, las desacreditan como sujetos que sufren, hacen relativo su papel, amenazan y castigan físicamente a las pacientes y el consentimiento lo consiguen bajo presión.
La violencia obstétrica es algo real y en el Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer, conmemorado el 25 de noviembre, se busca concientizar sobre este problema y los malos tratos a los que están expuestas.
La violencia obstétrica es violencia de género
La violencia de género, en la modalidad obstétrica, significa vulnerar el derecho de las mujeres/niñas/embarazadas a una atención digna, sin silenciar sus vulnerabilidades y manifestaciones, libre de estereotipos de género, dándoles atención adecuada con los requerimientos de atención y maternidad sin riesgo.
¿Qué harías si tu opinión fuera hecha menos por los doctores que te están atendiendo? Roberto Castro y Joaquina Erviti mencionan en su artículo “Sociología de la práctica médica autoritaria: violencia obstétrica, anticoncepción inducida y derechos reproductivos” que hay veces en las que los doctores no aceptan opiniones que no sean las suyas.
Castro y Erviti escriben que en ocasiones, ellas intentan comprender el sentido de las indicaciones médicas y se permiten disentir de ellas cuando parecen que no tienen sentido.
Sin embargo, la reacción del personal de salud puede llegar a ser “cerrada” o “terminante”, con miras a reprimir cualquier intento de lo que, para ellos, es considerado un intento de insubordinación.
Otro escenario es que los médicos no creen que las mujeres tengan la información y el conocimiento sobre su propio estado de salud o sobre su parto, o incluso sobre los síntomas y el dolor que están sintiendo.
Un ejemplo adicional de violencia obstétrica es cuando la mujer indica dolor, pero el personal de salud no lo cree y deja que el evento siga.
En palabras de Castro y Erviti, también se les suele desacreditar a ellas como personas que sufren. Los médicos, desde una posición de autoridad que no permite cuestionamientos, y teniendo una actitud que minimiza o ignora lo que les están presentando las pacientes sobre su propio parto, pueden dictaminar que las mujeres no están sintiendo dolor, aun cuando ellas lo griten o lo mencionen.
“La mujer pierde identidad, nadie la llama por su nombre y por supuesto, no puede gritar sin ser castigada”, explica Mariana Cura durante el conversatorio “Deshumanización al inicio de la vida: violencia obstétrica” sobre el panorama que viven millones de mujeres en los hospitales cuando están a punto de tener un bebé.
Existen casos de violencia obstétrica en los que las mujeres reciben advertencias muy precisas para que dejen de gritar y hagan caso a lo que se les dice.
Castro y Erviti detallan que les dicen que paren de gritar o si no, no las van a atender. También esconden esto con indicaciones de que no se muevan a pesar del dolor porque pueden dañar al bebé y si eso sucede, la culpa no será del hospital, sino de la mamá directamente.