Hoy en día es muy común hablar del estrés, al punto que llamamos estrés a cualquier evento que nos es desfavorable o que nos pone en problemas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el estrés como «el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción»; sin embargo, esta definición podría aplicarse a todo lo que hacemos cotidianamente, lo que no es del todo erróneo.
El estrés corresponde a una serie de respuestas neuroendocrinas y conductuales que preparan a nuestro cuerpo para responder ante desafíos de nuestro entorno y mantenernos a salvo.
Así podemos adaptarnos a condiciones desfavorables como el frío, exceso de calor, falta de hidratación o alimentación, etcétera. En este sentido existen condiciones internas o externas a nuestro cuerpo que pueden producir estrés.
¿Qué le hace el estrés a nuestro cuerpo?
Son respuestas fisiológicas y conductuales con duración de segundos, días o incluso semanas y los humanos no somos la única especie que está sometida el estrés; mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios también lo experimentan.
(Foto: canva)
Por lo tanto, algo de estrés puede ser beneficioso, necesario e incluso saludable y siempre debe verse en su contexto apropiado.
Nuestro cuerpo reacciona ante el estrés tratando de mantener un equilibrio (homeostasis). Estas respuestas suelen ser de corta duración y sin consecuencias negativas para nuestro organismo.
Sin embargo, cuando los factores estresantes se mantienen sostenidos por meses o años (considerado como un evento crónico e intensivo), generados por problemas biopsicosociales como:
- los financieros: desempleo o tensión laboral
- violencia
- pobreza
- ambientes adversos con carencia de recursos para cubrir las necesidades básicas
- eventos trágicos como la muerte o una enfermedad grave
Pueden generar respuestas de estrés que sí dañan las funciones mentales y corporales. Estos factores estresantes también pueden aumentar el riesgo de enfermedades en personas vulnerable o agravar la enfermedad entre aquellos que ya viven con una.
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Cada persona enfrenta el estrés de forma diferente
Otro factor que no podemos dejar de lado ante el estrés es la forma en que cada persona percibe los factores estresantes y cómo los enfrenta. Se ha demostrado que diferentes tipos y características de personalidad son factores de riesgo para las consecuencias que podría producir el estrés.
También se ha descrito que trastornos como la depresión, la ansiedad, la angustia y el estrés postraumático, son factores de riesgo ante las consecuencias del estrés, lo que implica un mayor riesgo para producir enfermedades como las cerebrales, diabetes, hiperlipidemia, hipertensión, tabaquismo u otras adicciones.
El estrés puede acumularse y conducir a una carga acumulada de mayor riesgo de enfermedad con el tiempo.
La activación de los sistemas neuroendocrinos conformada por los sistemas simpático-parasimpático y el eje hipotalámico-pituitario-suprarrenal, ayuda a mantener la homeostasis, pero el estrés excesivo puede dañar las funciones corporales como el metabolismo y el sistema inmunológico.
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Dentro de este grupo de alteraciones se ha encontrado mayor riesgo de infecciones, incremento en la resistencia a la insulina, problemas en el metabolismo de la glucosa y los lípidos.
También se ha descrito que los procesos de envejecimiento se pueden ver acelerados. Los estudios científicos han descrito que en personas con experiencias infantiles adversas o estrés prolongado (años) o severo en el trabajo o en la vida privada, cuentan con una mayor probabilidad de desarrollar condiciones clínicas, como:
- trastornos del sueño
- obesidad
- diabetes mellitus
- esteatosis hepática (hígado graso)
- enfermedades cardiovasculares
- mayor susceptibilidad a las infecciones
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Con todo lo expuesto se podría pensar que el estrés corresponde a una condena de vida; sin embargo, existen alternativas que pueden ayudarnos a su manejo.
Una vida sana con buena alimentación, dormir adecuadamente, realizar ejercicio cotidiano, contar con actividades recreativas, corresponden al mejor paliativo ante el estrés.
En caso de no saber o poder manejar adecuadamente el estrés, se debe de acudir a un profesional de la salud mental como el médico psiquiatra o el psicólogo clínico para recibir ayuda y orientación profesional.