Escoger el ejercicio de la medicina como profesión y forma de vivir, reclama de manera muy comprometida en primer lugar la posesión de una profunda vocación de servicio, necesariamente construida desde la temprana edad en base a la educación y consolidación de valores que giran alrededor, del amor, la compasión y el servicio, acompañado además por un importante sentido de curiosidad y anhelo de conocer y entender los asombrosos mecanismos que hacen posible la vida, la salud y la enfermedad.
Así bajo estos principios: Ejercer la medicina por vocación es un placer altamente gratificante pero ejercerla por equivocación es un evento trágico, dramático y un verdadero calvario.
El ejercicio de la profesión médica tiene momentos muy luminosos como suele ser el nacimiento de un nuevo ser humano para los equipos orientados a la obstetricia; de enorme optimismo en la observación de la evolución y desarrollo de los niños por los pediatras; de enormes retos en la elaboración de los diagnósticos y planteamiento de alternativas terapéuticas cuando la salud se altera y de inigualables e indescriptibles satisfacciones cuando por habilidades terapéuticas o quirúrgicas somos parte de ese proceso maravilloso de la restauración de la salud.
Esto obliga y conduce invariablemente a los profesionales de la medicina a estar permanentemente atentos, estudiosos y participativos en el desarrollo de las diferentes vertientes del conocimiento científico, de la ciencia de la salud y la vida.
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Inaceptables, los burocratismos en los servicios de salud
El camino, la vida del profesional responsable de la salud es de una continua inmersión en la ciencia y en las relaciones humanas con aquellos seres que angustiados demandan su atención.
No hay evento que desequilibre y angustie más al ser humano que el deterioro de la salud y sus probables consecuencias, por ello es también el evento más exigente en capacitación, entrenamiento, humanismo manifestado en términos de empatía, sencillez, solidaridad y apoyo al propio individuo y a la familia.
La sencillez suele rendir mejores frutos que la soberbia y con frecuencia induce en los pacientes tal confianza que incluso genera sensaciones curativas muy favorables.
La atención de la salud con calidad y calidez, es además un derecho ineludible que tenemos todos los seres humanos, por lo que debe ser en principio una responsabilidad y una actitud natural del equipo de salud, pero también debe serlo -independientemente de su función- de todo aquel personal que se integra y labora en clínicas y hospitales públicos y privados, tomarlos como espacios de servicio que promuevan la reflexión, espacios para entender la razón -no por gusto- del paciente o familiares de su estancia en el hospital, ya sea por la angustia propia de su salud o el dolor del hijo sostenido en brazos.
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Es imperativo que las áreas de salud sean espacios obligados para crear y mantener una actitud de servicio, de comprensión, empatía, solidaridad y no de actitudes burocráticas poco solidarias y comprometidas.
Así la selección, capacitación del personal y observancia del estricto y cotidiano cumplimiento de los distintos procesos en juego es una tarea que debe promover una cultura de calidad que garantice una atención técnicamente optima y humana que todos queremos y demandamos.
Este es el compromiso, el reto y la tarea diaria en nuestra institución, Hospitales MAC, en donde cada día nos comprometemos a darle un servicio y atención de calidad a los pacientes.
La salud de cada paciente es la principal prioridad para nosotros.