En México, a pesar de sus importantes avances en materia de políticas de salud, enfrenta grandes retos y compromisos.
Tenemos un sistema de salud fraccionado, con un enfoque orientado más a la atención del daño, que a la detección oportuna, a la prevención y a la educación para la salud, lo que nos conduce a una atención no del todo justa ni satisfactoria y además, de mayor costo a las instituciones públicas quienes así confrontan una terrible situación de ineficacia financiera.
Prefiero prevenir que trasplantar
Si bien es cierto, como fue comentado en la colaboración anterior hablando de trasplantes de órganos y tejidos, nuestro país tiene un enorme rezago en materia de donación y así muchos pacientes fallecen en la espera de un corazón, un hígado, pulmones y en el caso de los riñones también fallecen o quedan en programas de diálisis por largos periodos esperando un trasplante, con una calidad de vida limitada y a un costo muy elevado.
(Foto: Especial)
En una reciente publicación de la UNAM, se señala que a nivel nacional el IMSS otorga el 80% de todas las diálisis, el ISSSTE el 8%, la SSA junto a las instituciones privadas el 5% y el resto del sector el 7% a costos singularmente altos.
Sin duda, urge en México promover una cultura de donación de órganos de cadáver, por supuesto en el marco del respeto a la decisión personal o familiar, pero también es urgente revisar y actuar sobre el modelo de salud que permita abatir el numero pacientes que lamentablemente requieran de esta terapia.
La preocupación en el país está en el problema del sobrepeso, de la obesidad, de la diabetes y de las dislipidemias que suelen conducir a serios daños vasculares, a fallas orgánicas que sin duda provocaran la muerte del individuo o la necesidad de sustituir el órgano dañado.
Ante este escenario, como cirujano de trasplantes y como médico socialmente responsable confieso que prefiero luchar por evitar la falla orgánica que trasplantar.
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De acuerdo con lo publicado por la Federación Internacional de Diabetes (FDI), en México viven más de 14 millones de adultos diabéticos.
Todos ellos potenciales receptores de órganos, con la alarmante previsión de duplicar esa cifra en limitado tiempo, basado en el preocupante dato del incremento en los últimos dos años del 10%, relacionado sin duda, al también alarmante dato del sobrepeso y obesidad que es del 75% de la población mayor de 20 años.
La tarea debe centrarse en el control de estas enfermedades crónicas no trasmisibles ya señaladas que de no manejarse apropiadamente, sin duda nos conducirán a fallas orgánicas severas.
Las mencionadas patologías van incrementándose y el control puede lograrse a través de la prevención basada en una cultura de educación para la salud desde la infancia con seriedad y responsabilidad en las escuelas y en el hogar.
Este es el gran reto que no debemos soslayar ni posponer con la idea de tener una población más sana en México tanto por la morbilidad y letalidad que conlleva así como por su alto impacto económico al país, considerando que solo la obesidad tuvo en el año 2021 un impacto de 2.1 sobre el producto interno bruto.
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Sin duda necesitamos impulsar una cultura de donación de órganos y tejidos, pero también necesitamos impulsar una cultura del cuidado de la salud basada en el conocimiento, la educación y en la prevención con la participación de la sociedad.
Es muy necesaria la participación bien informada y responsable del personal de salud, que debe, además, incorporar la obligación de orientar a la población para ser prudentes en el consumo de grasas saturadas, hidratos de carbono, alimentos ricos en calorías, el daño del abuso del tabaco y del alcohol, así como del sedentarismo.
Además, el personal de salud debe adquirir la obligación profesional de detectar, informar y explicar con claridad y oportunidad el papel que juegan en el ser humano los factores de predisposición genética que pueda tener el individuo.
No es una tarea fácil, pero debemos emprenderla de inmediato, insisto, los padres, los maestros, los profesionales de la salud, la sociedad en su conjunto y evitar la amenaza de duplicar en poco tiempo el número de pacientes que también se agregarían a la ya larga lista de receptores de órganos y tejidos.
Siempre será más satisfactorio prevenir que lamentar.