Una sola lata diaria de una bebida azucarada o endulzada artificialmente puede aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades hepáticas asociadas a una disfunción metabólica, según un nuevo estudio.
El estudio, realizado durante una década con 123,788 participantes del Reino Unido, encontró que tanto las bebidas azucaradas como las edulcoradas artificialmente incrementan el riesgo de desarrollar enfermedad hepática asociada a disfunción metabólica, antes conocida como hígado graso no alcohólico.
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Una sola lata diaria eleva el riesgo
Consumir una sola lata de refresco al día, ya sea de una bebida azucarada o “light”, aumenta hasta en 60% el riesgo de desarrollar enfermedades hepáticas. En el periodo de seguimiento, 1,178 participantes desarrollaron la enfermedad y 108 murieron por patologías hepáticas.
El riesgo fue 50% mayor en quienes tomaban bebidas con azúcar, pero 60% más alto en los que consumían las versiones edulcoradas artificialmente. “Nuestro estudio muestra que incluso niveles modestos de consumo pueden ser perjudiciales”, explicó Lihe Liu, autor principal de la investigación.
Liu destacó que estos hallazgos desafían la percepción de que las bebidas dietéticas son más saludables, y urgió a reconsiderar su papel en la alimentación, especialmente frente al crecimiento global de la enfermedad hepática metabólica.
Una epidemia silenciosa
Las enfermedades hepáticas asociadas a una disfunción metabólica se caracterizan por la acumulación de grasa en el hígado sin consumo excesivo de alcohol. Puede causar inflamación, dolor abdominal, fatiga, pérdida de apetito y, en etapas avanzadas, evolucionar a cirrosis o cáncer hepático. Además, la aparición de esta condición, se ha vinculado con diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y renales.
De acuerdo con un metaanálisis de 2025, esta condición afecta al 38% de la población mundial, lo que representa un aumento del 50% en los últimos 20 años.
¿Por qué afectan al hígado?
Las bebidas azucaradas elevan rápidamente los niveles de glucosa e insulina, fomentando el aumento de peso y los niveles de ácido úrico, factores que favorecen la acumulación de grasa hepática.
En cuanto a las versiones edulcoradas, los investigadores encontraron que pueden alterar el microbioma intestinal, afectar la sensación de saciedad, incrementar los antojos de dulces y estimular la secreción de insulina, lo que también repercute en el metabolismo hepático.
Ante estos hallazgos, los expertos recomiendan reducir o eliminar el consumo de refrescos y bebidas endulzadas, incluso aquellas sin azúcar añadida. “El agua sigue siendo la mejor opción: no añade carga metabólica, hidrata el cuerpo y protege al hígado”.
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