La importancia de la fusión entre el arte, particularmente la literatura, y la medicina, fue el eje central de la discusión que se llevó a cabo como parte de las sesiones semanales de la Academia Nacional de Medicina que en esta ocasión contó con la colaboración de la Academia Mexicana de la Lengua.
En diferentes participaciones con expertos médicos se dio a conocer, por ejemplo, que fue un médico del exilio español, Domerio Más Nava, quien además de haber sido un distinguido científico que llegó a ser el director del Pabellón de Gastro del Hospital General, facilitó la primera máquina de escribir en la que Gabriel García Márquez escribió “100 de Soledad”.
Fue el coordinador de la sesión, el doctor Fabio Salamanca Gómez quien citó la anécdota para ejemplificar la cercanía que ha habido permanentemente de los médicos con las humanidades y las artes.
El coordinador enfatizó que se requiere de las grandes obras literarias para contrarrestar los fáciles y fríos recursos de la inteligencia artificial que ahora se están desarrollando en el ámbito de la medicina.
La Academia Nacional de Medicina y la Academia Mexicana de la Lengua desarrollaron el tema "Influencias literarias en la vocación médica"
A través de la literatura se ha trascendido el conocimiento
El doctor Julio Sotelo tuvo a su cargo el desarrollo del tema “Médico literato, explorador de la condición humana”, y dijo que, a través del lenguaje, su escritura y su lectura, se ha podido transmitir a las siguientes generaciones el conocimiento médico, y de ahí su importancia.
Como ejempló cito el caso del libro “Los Cazadores de Microbios”, cuyo contenido se refiere a los agentes virales que se reproducen sin ácido ribonucleico, el cual ha sido el mejor regalo de la humanidad que ya vive dos vidas pues la expectativa de vida en el porfiriato era de 36 años.
Citó algunos de los algunos grandes escritores mexicanos que eran médicos como Mariano Azuela, de quien se dice que trabajó en un campamento de Pancho Villa, y es el autor del libro “Los de Abajo”.
Por otra parte se refirió a Sinclair Lemos Arrowsmith, quien sin ser investigador relató la vida cotidiana del gremio y ayudó a mejorar la visión de los universitarios para un mejor entendimiento de la medicina. Arrowsmith ganó el Premio Nobel de Literatura.
El doctor Sotelo subrayó el trabajo de Fernando del Paso, con su libro Paliduro de México, y a Alfredo López Austin con sus textos de medicina náhuatl, lo cual fue la primera traducción de la medicina prehispánica.
También mencionó a uno que ha sido detractor de los médicos y la medicina, Iván Illich, quien además fue detractor de la economía, la educación, los jesuitas y, por supuesto, la medicina. Fue un literato que impactó poco favorablemente a la medicina, al señalar que la medicina fracasaba porque terminaba en muerte.
“Un médico de pueblo” fue un texto de Rubén Marín que fue lectura obligada de cientos de estudiantes de medicina. Sotelo aseguró que los médicos son los mejores para escribir sobre la condición humana y el amor.
Ya se puede hablar del género literatura sobre medicina
El doctor Alberto Lifshitz se refirió al tema “Médicos como personajes literarios” y citó algunos casos, como el del “Médico de cuerpos y almas”, del autor Taylor Cadwell, y “Sinuhe El Egipcio”, de Mika Waltari, y señaló que ya se puede hablar del género de literatura sobre la medicina.
El doctor Alberto Lifshitz habló sobre los médicos como personajes literarios
Precisó que también hay múltiples obras en las que el médico no es protagonista como en Madame Bovary, en la que el médico era el amante.
También habló del los escritores iatróficos, que son los que hablan mal de la medicina y la ridiculizan, como lo fueron Moliere, Montaigne, el propio Ivan Illich al que ya habíamos mencionado, entre otros.
El doctor Lifshitz también se refirió a casos en los que estudiantes de medicina se han inspirado en personajes de libros y hasta de series de televisión, aunque en este último caso no lo hacen por los grandes avances o investigaciones que se ven reflejados ahí.
Lo hacer por los prototipos que se manejan ahí como personajes muy atractivos, desaliñados, con conocimientos esquemáticos y vidas desordenadas y complicadas.
El autor y presidente de la Academia Mexicana de Lengua hasta el miércoles 22 de febrero, Gonzalo Celorio, apuntó que es un momento vital para que los estudiantes de medicina conozcan la fusión vital entre arte y ciencia.
Indicó que desde sus inicios, la Academia Mexicana de la Lengua se ha enriquecido con médicos y científicos con vocación humanista; dijo que principalmente los médicos se han interesado por la lengua.
Informó que hubo 4 médicos que ingresaron a la Academia de la Lengua muy en su inicios:
- Manuel Quevedo, quien fue el primero en ocupar la silla 12 de la institución en 1875, además de médico era poeta, periodista, dramaturgo. Atendió pacientes durante las intervenciones americana y francesa y después ompartió cursos de lengua e hizo 2 libros sobre temas lingüísticos
- Porfirio Parra fue director de la Escuela Nacional Preparatoria, fue un filósofo positivista, director de la Escuela Naciona de Altos Estudios fundada por Justo Sierra. También fue periodista y poeta.
- José Peón Contreras quien fue un médico muy interesado en investigar las enfermedades mentales y también fue escritor, poeta y dramaturgo romántico.
Celorio también cito a médicos del siglo XX como Francisco Conde quien tradujo del griego las obras de Hipócrates y Francisco Castillo Nájera, quien además de médico y escritor fue diplomático pues representó a México en Estados Unidos durante la expropiación petrolera y fue secretario de Relaciones Exteriores cuando nuestro país ingresó a la ONU.
Francisco Fernández del Castilo y Enrique Cárdenas de la Peña, fueron otros de los médicos escritores e historiadores.
Por último mencionó a tres grandes médicos que han formado parte de la Academia en tiempos más recientes
- Enrique González Martínez, ejerció como médico hasta los 40 años cuando decidió optar por la poesía. Fue miembro del Colegio Nacional y fundó la revista literaria Pegazo junto con Ramón López Velarde.
- Ruy Pérez Tamaño, quien murió hace menos de un año, escribió una “sabrosa plática” para que los jóvenes preuniversitarios sobre la carrera científica que llamó “Diez razones para ser científico”. Había soñado con ser muchas cosas y lo logró, salvo ser torero, dijo Celorio. Era una voz humanista y científica, y una voz obligada en la investigación biomédica. Trabajó en el Instituto Nacional de Cardiología, el de Ciencias Médicas y Nutrición y profesor de la UNAM. “Fue un hombre excepcional, amable, cordial, crítico e ingreso a la Academia de la Lengua con un discurso llamado “Medicina y Cultura”.
- José Luis Díaz Gómez es el único medico miembro de la Academia vivo. Ha contribuido notablemente a la investigación biomédica. Hizo cursos en Harvard y la Universidad de Massachusetts en materia de sicobiología y conducta. Incursionó en la neurofilosofía y sobresale su prosa y su cultura, “lo cual le da sustento y amplitud a sus investigaciones”.