La soledad suele imaginarse como la ausencia física de otros, una habitación vacía, un silencio sin eco. Sin embargo, existe una soledad más paradójica y, a menudo, más desconcertante: aquella que se experimenta estando acompañado, conoce las razones del por qué sucede esto.
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Sentirse sola aún con pareja es la sensación de un vacío que persiste incluso cuando se comparte el sofá, la cena y la vida con otra persona. Este tipo de soledad no se mide por la falta de cuerpos, sino por la ausencia de sintonía emocional, creando una brecha invisible en el corazón de la relación.
Las razones del por qué te sientes sola aun teniendo pareja
Este sentimiento no significa necesariamente que el amor haya desaparecido, sino que la conexión que alguna vez fue vital se ha atrofiado o se ha perdido en el ruido de la vida cotidiana.
La soledad puede surgir incluso en relaciones que, desde fuera, parecen estables y funcionales y estas son las posibles razones:
- Falta de conexión emocional auténtica
La conexión emocional es el pegamento invisible que mantiene unidas a dos personas. No se trata simplemente de saber los eventos del día del otro ("qué hiciste"), sino de comprender su mundo interno ("cómo te sentiste con lo que hiciste"). Cuando las conversaciones se reducen a la logística doméstica y a los deberes prácticos, la relación se vuelve transaccional.
La pareja se transforma en compañeros de habitación que coordinan tareas, pero cuyas almas rara vez se saludan. Esta ausencia de diálogo profundo, de vulnerabilidad y de validación emocional mutua, es un caldo de cultivo para una profunda sensación de soledad, pues uno se siente invisible para la persona que debería ser su mayor confidente.
- La rutina y la desconexión progresiva
El amor puede comenzar con mariposas en el estómago y conversaciones que se alargan hasta la madrugada, pero con el tiempo, la rutina puede instalar una capa de polvo sobre la relación. La crianza de los hijos, las exigencias laborales y las responsabilidades domésticas consumen el tiempo y la energía. Las citas se cancelan, las miradas prolongadas se vuelven escasas y la intimidad se programa en la agenda.
- Expectativas no comunicadas y desilusión
Muchas veces, llevamos un manual invisible de cómo "debería" ser nuestra pareja y nuestra relación. Esperamos que adivine nuestras necesidades, que nos brinde consuelo de una manera específica o que cumpla un rol idealizado. Cuando estas expectativas no se comunican abiertamente y, por tanto, no se cumplen, la desilusión se instala. Este sentimiento puede convertirse en un muro de resentimiento que aleja a la pareja
- Miedo a la vulnerabilidad y al conflicto
Algunas relaciones operan bajo una tregua incómoda: un silencio pactado para evitar discusiones. El miedo a generar un conflicto o a ser juzgado lleva a uno o ambos miembros de la pareja a ocultar sus verdaderos pensamientos, inseguridades y deseos. Se crea una fachada de armonía que es, en realidad, una barrera.
- Pérdida de la identidad individual
Paradójicamente, la soledad también puede surgir de la fusión excesiva. Cuando una relación es tan simbiótica que los individuos pierden sus hobbies, sus amistades y sus metas personales, pueden emerger sentimientos de vacío. La pareja se convierte en todo tu mundo, y si ese mundo no te satisface completamente, la sensación de estar atrapado y de haberte perdido a ti mismo es abrumadora.
La soledad aquí no es por la falta del otro, sino por la ausencia de uno mismo. Se extraña la persona que eras, los espacios de autonomía y las pasiones que te definían fuera de la "pareja", sintiendo que te has diluido en un "nosotros" que ya no te representa por completo.
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