En toda relación de pareja, por más sólida y amorosa que sea, existen momentos de fricción. Es un mito peligroso creer que el amor verdadero significa la ausencia total de conflictos, y a continuación, te diremos las razones por las que peleas con tu ser amado.
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Las discusiones recurrentes, a menudo sobre los mismos temas, no son necesariamente una señal de que el amor se acaba, sino más bien un síntoma de que hay necesidades, miedos o estilos de comunicación que no están alineados. El problema no es pelear, sino entender por qué se pelea.
Las razones por las que peleas con tu pareja, aunque se aman
Lejos de ser una señal de alarma que anuncia el fin, estos roces pueden convertirse en la mayor oportunidad de crecimiento para la relación. Cuando logramos descifrar el verdadero mensaje detrás del conflicto, dejamos de atacar al otro y empezamos a trabajar en equipo contra el problema.
Estas son las razones más comunes por las que las parejas que se aman se encuentran una y otra vez en el campo de batalla:
- La lucha por el poder y el control
En el fondo de muchas discusiones sobre decisiones financieras, planes de vacaciones o cómo educar a los hijos, subyace una batalla por el poder y la autonomía. Cada persona llega a la relación con sus propios valores, creencias y deseos de cómo "deben ser las cosas". Cuando estos chocan, puede surgir un conflicto por ver quién lleva la razón o quién impone su visión.
- Peleas por la falta de reconocimiento
Una de las fuentes más comunes de conflicto es la distribución desigual de las tareas domésticas y la carga mental. La discusión superficial suele girar en torno a quién sacó la basura o por qué los platos siguen en el fregadero. Sin embargo, el conflicto real y profundo no es sobre la logística, sino sobre la sensación de injusticia y la falta de aprecio.
- La comunicación se convierte en críticas y defensivas
El famoso psicólogo John Gottman identificó lo que él llama "Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis" de la pareja, y el primero de ellos es la crítica. No se trata de una queja específica ("Me molesta que llegaras tarde"), sino de un ataque global a la personalidad del otro ("Eres un irresponsable y egoísta, nunca piensas en mí"). Ante esta crítica, la respuesta natural es ponerse a la defensiva, otro de los jinetes, lo que escalada el conflicto inmediatamente.
- El estrés externo se cobra su factura en la relación
El trabajo, los problemas económicos, la familia de origen o el cuidado de los hijos son factores de estrés poderosos que, si no se gestionan adecuadamente, encuentran una válvula de escape dentro de la pareja. Es más fácil descargar la frustración con la persona que tenemos más cerca, y que consideramos "un espacio seguro", que con un jefe exigente o una situación que no podemos controlar.
- Las expectativas no habladas chocan con la realidad
Cada persona tiene un "guion" interno, muchas veces inconsciente, sobre cómo debe actuar una "buena pareja". Estos guiones están escritos por nuestras experiencias pasadas, lo que vimos en nuestras familias y lo que la sociedad nos ha enseñado. El problema surge cuando estas expectativas no se comunican y damos por sentado que nuestra pareja debería adivinarlas.
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