Escuchar música clásica no solo es un deleite, también desencadena una serie de procesos benéficos en el cerebro que incluyen mejoras cognitivas, reducción del estrés y efectos positivos en el estado de ánimo.
Diversas investigaciones en neurociencia y psicología explican por qué este tipo de música impacta de forma tan profunda en nuestra salud mental.
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Uno de los efectos más estudiados de la música clásica es su capacidad para estimular la función cerebral, especialmente la memoria a corto plazo. Investigaciones recientes han mostrado que escuchar piezas clásicas puede ayudar a evocar recuerdos autobiográficos, incluso en personas con enfermedades neurodegenerativas.
Un estudio de 2015 elaborado por Cuddy, Silka y Vanstone reveló que el uso de música clásica puede apoyar la memoria musical y generar respuestas emocionales que facilitan el recuerdo, lo que abre una ventana terapéutica para pacientes con Alzheimer. La organización de la música, su estructura y sus patrones rítmicos activan redes neuronales relacionadas con la atención y el almacenamiento de información.
Efectos antidepresivos y mejora del estado de ánimo
La música clásica también influye en las ondas cerebrales y en los circuitos relacionados con la emoción. Un estudio citado por la revista Cell Records encontró que ciertos compases y armonías pueden ayudar a reducir síntomas de depresión y elevar el estado de ánimo.
Esto ocurre porque la música actúa como un modulador emocional: activa regiones cerebrales vinculadas con la motivación, el placer y la recompensa. La escucha constante puede favorecer estados de calma, bienestar y regulación emocional.
Reducción del estrés: dependiendo de la composición que se escuche, la música clásica puede disminuir la ansiedad. Esto se debe a que facilita la liberación de dopamina y serotonina, neurotransmisores asociados con la sensación de tranquilidad, placer y estabilidad emocional.
El doctor Mitchell Gaynor, especialista en prevención de cáncer en Nueva York, ha aplicado tratamientos mediante el sonido en pacientes con cáncer. Según relata en su libro Sonidos que curan, el poder curativo de los sonidos lo descubrió cuando uno de sus pacientes, Ödsal, un monje budista, le enseñó a tocar los cuencos tibetanos (elaborados de cuarzo o metal) y cantó para él diversos mantras.
A partir de esta experiencia, además de enseñar meditación, visualización y otras técnicas de relajación a sus pacientes, practica con ellos los mantras bija (mantras semilla), siete monosílabos sánscritos que corresponden a los siete chakras o centros de energía del cuerpo, los cuales forman parte de la filosofía oriental, hindú y sufí principalmente.
Emoción y neurociencia
De acuerdo con Bomin Sun, director del Centro de Neurocirugía Funcional de la Universidad Jiao Tong de Shanghái, la música clásica no solo es arte, sino que también es una herramienta para mejorar la salud mental y cognitiva e integra disciplinas como la neurociencia, la psiquiatría y la neurocirugía.
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