El hígado graso es una enfermedad que cada vez afecta a más personas en el mundo, por lo que hoy te diremos cuál es la mejor dieta para combatir este serio problema de salud pública.
La Biblioteca de Medicina de los Estados Unidos explica que el hígado es el órgano más grande dentro del cuerpo. Ayuda a digerir los alimentos, almacenar energía y eliminar las toxinas. La enfermedad por hígado graso es una afección en la que se acumula grasa en el hígado.
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La mejor dieta para combatir el hígado graso
La alimentación juega un papel clave a la hora de tratar cualquier padecimiento, pero es aún más importante si la enfermedad a tratar es la del hígado graso y diferentes investigaciones han encontrado que la dieta mediterránea es la mejor.
Lejos de ser una dieta restrictiva o pasajera, el patrón mediterráneo ofrece un marco de alimentación delicioso, variado y rico en componentes bioactivos que actúan directamente sobre las causas subyacentes del hígado graso. No se trata solo de perder peso, sino de modificar la calidad de lo que se consume para desinflamar, proteger y permitir que el hígado recupere su funcionalidad óptima.
Estos son los beneficios de la dieta mediterránea para las personas con hígado graso:
Reducción de la inflamación y el estrés oxidativo
La piedra angular del beneficio de la dieta mediterránea radica en su potente acción antiinflamatoria y antioxidante. El hígado graso es una enfermedad inflamatoria, y los alimentos procesados, azúcares refinados y grasas saturadas son combustibles para ese fuego. En contraste, esta dieta es abundante en alimentos que apagan la inflamación. El aceite de oliva extra virgen, su estandarte, es rico en oleocantal, un compuesto con propiedades antiinflamatorias comparables a las del ibuprofeno. Además, las frutas, verduras y legumbres aportan una vasta gama de polifenoles y vitaminas C y E que neutralizan los radicales libres, protegiendo las células hepáticas del daño oxidativo que agrava la condición.
Mejora de la sensibilidad a la insulina
La resistencia a la insulina es el principal motor detrás de la acumulación de grasa en el hígado. Cuando el cuerpo es resistente a la insulina, la glucosa no puede entrar correctamente a las células y el exceso se convierte en grasa que se almacena en el órgano. La dieta mediterránea, al ser rica en fibra de verduras, frutas y cereales integrales, y baja en azúcares simples, ayuda a regular los niveles de glucosa en sangre de manera estable. Las grasas saludables del aceite de oliva y los frutos secos también retardan la absorción de azúcares, previniendo los picos de insulina. Este mejor control metabólico reduce la señal que le ordena al hígado producir y almacenar grasa.
Modulación del microbiota intestinal
La evidencia científica cada vez más sólida revela el crucial vínculo entre la salud intestinal y el hígado (eje intestino-hígado). Un microbiota intestinal desequilibrada puede promover la inflamación y empeorar el hígado graso. La dieta mediterránea, al ser prebiótica por excelencia, alimenta las bacterias benéficas del intestino gracias a su alto contenido de fibra diversa. Un intestino sano produce ácidos grasos de cadena corta que ayudan a reducir la inflamación sistémica y mejoran la metabolización de las grasas, aliviando así la carga de trabajo del hígado y creando un ambiente interno más saludable.
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