Durante décadas, el tratamiento de los cánceres hematológicos como leucemias, linfomas y mielomas se asemejó a un bombardeo masivo: la quimioterapia intensiva atacaba indiscriminadamente, con la esperanza de destruir más células cancerosas que sanas. Para pacientes adultos mayores, cuyos órganos tienen una reserva funcional menor, este enfoque implicaba riesgos altísimos y una toxicidad devastadora.
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Hoy, ese panorama está cambiando a una velocidad sin precedentes. En una entrevista exclusiva, el Dr. Josué Ruiz, especialista en Medicina Interna y Hematología, describe una nueva era marcada por la precisión, donde las terapias actúan como "francotiradores" moleculares, dejando atrás la lógica de "destruir a toda costa".
Del bombardeo a la cirugía de precisión molecular
"Básicamente, la quimioterapia consistía en lanzarle bombas a todo el cuerpo", explica el Dr. Ruiz. "Sabíamos que las células cancerosas eran más sensibles, pero el objetivo era atacar todo. Hoy es diferente".
El nuevo paradigma se sustenta en dos pilares fundamentales: las terapias dirigidas y la inmunoterapia.
"Ahora conocemos mucho mejor la patología de cada cáncer", detalla el especialista. "Podemos saber cómo se replica, de qué se alimenta, cuál es su metabolismo. Buscamos una proteína o un paso en ese proceso que podamos inhibir de forma selectiva".
Estos inhibidores actúan con precisión extrema. "Es como si fuéramos y bloqueáramos exactamente la proteína que hace que el cáncer se replique. Dejamos que el sistema inmunitario haga el resto".
El segundo pilar, la inmunoterapia, emplea mecanismos ingeniosos. "Tenemos anticuerpos dirigidos hacia el tipo específico de cáncer y otros que se enlazan con nuestras propias células de defensa. Al 'pegarlos', la célula de defensa entra en contacto directo con la célula cancerosa y la destruye. Son mecanismos mucho más efectivos, dirigidos y menos tóxicos".
Reaprender a morir: el resurgir de la apoptosis
Uno de los conceptos clave en esta revolución es la apoptosis o muerte celular programada. Las células cancerosas tienen un superpoder siniestro: evaden este mecanismo de seguridad natural que ordena a las células dañadas autodestruirse.
"El primer paso para desarrollar un cáncer es inhibir la apoptosis. La célula primero 'aprende a no morirse' y luego a invadir", aclara el Dr. Ruiz.
"Si mi célula cancerosa adquirió una proteína para volverse inmortal, lo que hace la nueva molécula es inhibir esa proteína específica. Al bloquearla, restablecemos el curso natural: la célula recupera su capacidad de morir. Es devolverle al cuerpo su herramienta natural de control".
Impacto tangible: de la hospitalización a la pastilla diaria
Para los pacientes, especialmente los mayores o frágiles, el cambio no es solo teórico. Se traduce en una transformación radical de su calidad de vida.
"Pongo de ejemplo la leucemia linfocítica crónica", comenta el Dr. Ruiz. "Antes, un paciente mayor tenía un pronóstico limitado y no podíamos dar quimioterapias intensivas porque no las toleraría. Hoy, con terapias dirigidas orales, tengo pacientes que toman cuatro o cinco tabletas al día y alcanzan remisiones completas".
El contraste con el pasado es abismal: "Antes el paciente se internaba, recibía el tratamiento, esperaba a que sus defensas cayeran –con riesgo de infecciones graves–. Hoy, en casos seleccionados, le digo: 'Tome sus pastillas y lo vemos en un mes'. El paciente vive su día a día, con efectos adversos mínimos y una tasa de infecciones muchísimo menor".
Un arsenal en expansión y el desafío del acceso
Este "boom" terapéutico no se limita a un solo tipo de cáncer. "Cada cáncer hematológico es una vía metabólica diferente", afirma el Dr. Ruiz. "En mieloma múltiple, linfomas (tanto crónicos como agudos) estamos viendo una explosión de medicamentos nuevos. Los últimos tres o cuatro años han llegado fácilmente 20 fármacos nuevos para cánceres de la sangre, más efectivos y menos tóxicos".
Sin embargo, el gran reto sigue siendo el acceso. "En un mundo ideal, seleccionaríamos la terapia dirigida óptima para cada paciente según sus comorbilidades. La realidad es que aún hay limitaciones", reconoce.
¿Qué caminos existen? El especialista destaca la importancia de la gestión dentro del sistema público y los protocolos de acceso compasivo o estudios clínicos. "Recomiendo que los pacientes se acerquen a un hematólogo u oncólogo especializado. Ellos pueden investigar qué protocolos –que suelen ofrecer el tratamiento de forma gratuita– están disponibles y si el paciente cumple los criterios específicos para participar".
Una historia de esperanza: vida recuperada
Para el Dr. Ruiz, el impacto de esta revolución se ve en la consulta diaria. Comparte una historia emblemática: un paciente mayor con leucemia linfocítica crónica que llegó con una carga tumoral abrumadora. "Su abdomen estaba literalmente lleno de ganglios tumorales".
Inició un tratamiento con terapias dirigidas combinadas. "Después de tres o cuatro ciclos ya estaba en respuesta total. Completó un año de tratamiento y hoy, con dos años de vigilancia, está asintomático. Es un paciente de más de 70 años que, si lo hubiéramos diagnosticado hace cinco años, probablemente no estaría aquí con esta calidad de vida. Eso es lo que llena de esperanza".
La conclusión es clara: en la guerra contra los cánceres de la sangre, la era de la artillería pesada está dando paso a la era de los sniper moleculares. Y para miles de pacientes, esto no es solo un cambio de estrategia, es un cambio radical en sus posibilidades de vida.
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