Hoy en día la mayoría de las personas pasan mucho tiempo sentadas, pero también hay quienes hacen trabajo de pie ignorando que tener una buena postura es fundamental para la salud.
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En la era digital, donde el sedentarismo y las horas frente a pantallas dominan nuestra rutina, la postura corporal se ha convertido en un termómetro de nuestro bienestar físico. Lejos de ser solo una cuestión estética o de elegancia, la manera en que sostenemos nuestro cuerpo—ya sea frente al computador, al caminar o incluso al dormir—tiene un impacto profundo y multifacético en nuestra salud.
Los efectos negativos para la salud de tener una mala postura corporal
La columna vertebral es el pilar central de nuestra estructura ósea y nerviosa, y cualquier desalineación sostenida genera un efecto dominó en todo el organismo. Lo que comienza como un mal hábito casi imperceptible puede, con el tiempo, derivar en los siguientes problemas de salud:
- Dolor musculoesquelético crónico y degeneración
Una postura encorvada o una pelvis desalineada fuerzan a los músculos, tendones y ligamentos a trabajar en desequilibrio. Algunos grupos musculares se sobrecargan y acortan (como los trapecios y los pectorales), mientras que otros se debilitan y estiran en exceso (como los romboides y los abdominales profundos). Este desajuste es la causa principal de dolores persistentes en la zona lumbar, cervical y dorsal. Con el tiempo, esta carga desigual acelera el desgaste de los discos intervertebrales, pudiendo derivar en hernias discales y el desarrollo prematuro de artrosis en las articulaciones de la columna, limitando severamente la movilidad y la independencia.
- Cefaleas tensionales y problemas de mandíbula
La llamada "postura de cabeza adelantada", tan común al mirar el teléfono móvil o la pantalla del ordenador, incrementa dramáticamente el peso que deben soportar los músculos del cuello y la parte superior de la espalda. Esta tensión muscular constante se irradia con frecuencia hacia la cabeza, generando cefaleas tensionales que pueden volverse crónicas y debilitantes. Además, esta desalineación suele estar vinculada con desórdenes en la articulación temporomandibular (ATM), provocando bruxismo (rechinar de dientes), dolor de oídos y dificultad para masticar, creando un ciclo de dolor que afecta la calidad del sueño y el estado de ánimo.
- Disminución de la capacidad pulmonar y digestiva
Un torso encorvado comprime físicamente la caja torácica y los órganos internos. Esta compresión restringe el movimiento libre del diafragma, el músculo principal de la respiración, lo que resulta en una respiración más superficial y una menor oxigenación de la sangre. A largo plazo, esto puede traducirse en una constante sensación de fatiga y una menor resistencia al ejercicio. Paralelamente, el sistema digestivo también se ve afectado; la compresión abdominal puede ralentizar el tránsito intestinal, agravar problemas como el reflujo gastroesofágico y contribuir a molestias como el estreñimiento y la hinchazón abdominal después de las comidas.
- Alteraciones en el estado de ánimo y los niveles de energía
La conexión entre el cuerpo y la mente es innegable, y la postura juega un papel crucial en este vínculo. Estudios en el campo de la psicología han demostrado que mantener una postura encorvada puede exacerbar los sentimientos de desánimo, impotencia y estrés, e incluso reducir la confianza en uno mismo. Fisiológicamente, una postura cerrada y cabizbaja puede influir en la producción hormonal, favoreciendo la liberación de cortisol (la hormona del estrés) y reduciendo los niveles de energía. Adoptar una postura erguida, por el contrario, se asocia con una mayor sensación de empoderamiento, optimismo y vitalidad.
- Mala circulación y problemas de equilibrio
La mala alineación postural, especialmente en la pelvis y la columna, puede crear puntos de compresión que dificultan el retorno venoso y la circulación sanguínea óptima hacia distintas partes del cuerpo. Esto puede manifestarse con una mayor tendencia a tener las manos y los pies fríos, o la aparición de hormigueos y entumecimientos en las extremidades. Asimismo, una postura incorrecta afecta al centro de gravedad del cuerpo y a la propiocepción (la capacidad de sentir la posición de nuestro cuerpo en el espacio), aumentando el riesgo de sufrir mareos, vértigos y caídas, especialmente en personas adultas mayores.
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