La migraña no es “un dolorcito de cabeza” ni algo que se arregle con un café o una siesta. Se trata de una enfermedad neurológica de origen vascular que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), figura entre las 10 principales causas de discapacidad en el mundo.
Como neuropsiquiatra, veo cada vez más pacientes que viven secuestrados por su migraña, limitando sus actividades familiares, sociales y laborales. Y lo más preocupante es que muchos no saben que existen tratamientos preventivos que podrían cambiar radicalmente su calidad de vida.
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Tipos de migraña y sus características
Primero, hay que distinguir entre los distintos tipos de cefaleas para entender la gravedad del problema:
- Tensional. Dolor opresivo, en banda, bilateral; no se agrava con la actividad. Tiene una duración típica de 30 minutos o hasta 7 días. El tratamiento típico consiste en analgésicos simples y relajación.
- Migrañosa. Pulso o latido unilateral, intensidad moderada a severa, con náusea y fotofobia. Tiene una duración típica de 4 a 72 horas y se maneja con tratamiento abortivo y preventivo.
- En racimos (cluster). Dolor severo, periocular, con lagrimeo y congestión nasal, patrón estacional con duración típica de 15 a 180 minutos. El tratamiento habitual consiste en oxígeno, triptanos y preventivos.
La migraña es la cefalea de origen vascular por excelencia. El proceso inicia con una dilatación anormal de los vasos cerebrales, seguida de una cascada de liberación de neurotransmisores inflamatorios, como la serotonina y el CGRP, que sensibilizan el sistema nervioso central. De ahí que los síntomas no se limiten solo al dolor de cabeza, sino que incluyan alteraciones visuales, sensibilidad a la luz o al sonido, náuseas y vómito.
Muchos pacientes sólo conocen el tratamiento abortivo —ese que se toma cuando ya comenzó la crisis—, como los analgésicos, los AINES o los triptanos. Pero cuando la migraña es frecuente, intensa o incapacitante, el enfoque debe ampliarse hacia el tratamiento preventivo, cuyo objetivo es reducir la frecuencia, duración e intensidad de los episodios.
¿Cuándo considerar un tratamiento preventivo?
Según la Guía de Práctica Clínica y los consensos internacionales, se recomienda iniciar tratamiento preventivo en los siguientes casos:
- Cuando el paciente presenta más de 4 días de migraña al mes
- Cuando los ataques son graves o prolongados (más de 72 horas)
- Cuando los síntomas afectan significativamente la calidad de vida, productividad o sueño
- Cuando hay abuso de medicamentos abortivos (más de 10-15 días al mes)
- Cuando la migraña se asocia con síntomas neurológicos, como aura, o hay riesgo de cronificación
Los tratamientos preventivos pueden incluir desde betabloqueadores, antidepresivos tricíclicos y antiepilépticos, hasta los más recientes y modernos anticuerpos monoclonales contra el receptor unido a calcitonina (CGRP). También existen opciones no farmacológicas como la neuromodulación, técnicas de relajación, y cambios en el estilo de vida —como el control del sueño, el estrés y la alimentación—, que deben ser parte del plan integral.
La prevención no significa medicar a todo el mundo. Significa seleccionar adecuadamente a los pacientes que viven atrapados en un círculo vicioso de dolor, incapacidad y automedicación. Identificar esos casos y ofrecerles una estrategia preventiva eficaz es una de nuestras responsabilidades como médicos.
El mensaje es claro: si vives con migraña, no normalices el dolor. Existen opciones que pueden evitar que tu vida gire en torno a cuándo llegará la próxima crisis. Hablemos de prevención como una oportunidad, no como una última opción. Porque vivir sin migraña sí es posible.