Las salsas picantes son parte de la cultura mexicana. Sean tacos, papas, cervezas, tostadas, enchiladas o casi cualquier platillo de la gastronomía mexicana, todos llevan una buena salsita para acompañar. En otras palabras, las salsas son parte esencial de la sociedad en México.
No se trata solo de picante, puesto que la salsa aporta sabor, identidad y hasta conexión emocional. ¿De dónde viene esta costumbre tan arraigada?
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Hay factores históricos, culturales, sensoriales y hasta biológicos que explican por qué los mexicanos consumimos muchas salsas. Aquí en Sumédico te explicamos esta parte de nuestra identidad.
La conexión de los mexicanos con la salsa picante
Las salsas forman parte de la gastronomía mexicana desde tiempos prehispánicos. Las culturas mexica y maya ya preparaban salsas con ingredientes como:
- Chiles, entre los que destacan guajillo, pasilla, piquín, etc.
- Tomate y jitomate.
- Cacao, pepitas y hierbas.
- Especias.
Estas mezclas no solo servían para dar sabor, sino también para preservar alimentos, ofrecer ofrendas rituales y acompañar ceremonias. La tradición continuó en la época colonial, cautivando el paladar de los españoles. En nuestros días, esta costumbre sobrevive integrando ingredientes traídos de Europa Occidental como la cebolla, el ajo y el vinagre.
De acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, hay 64 variedades de chiles presentes en el territorio nacional, los cuales crecen de manera natural.
"Hoy se conocen al menos 200 variedades criollas y 64 variedades domesticadas en México", precisó la dependencia.
La evidencia más antigua del cultivo de este producto la encontramos en las semillas de la cueva de Coxcatlán, en el estado de Puebla, donde arqueólogos descubrieron restos de esta planta solanácea que datan de entre 6900 a.C. y 5000 a.C.
De acuerdo a la prestigiosa revista Arqueología Mexicana, "El chile ha estado tan presente en la cultura mexicana que tan pronto se supo de sus propiedades, es decir, sus pros y contras –si es que tiene estas últimas-, se establecieron sus usos. A lo largo de los milenios en que nuestros ancestros utilizaron tanto las especies domesticadas como las cultivadas, se aprovecharon sus cualidades, es decir, se aprendió a comerlo, a reconocer sus distintos sabores y grados de picor, para así combinarlo con otros ingredientes".
El componente químico que provoca la sensación de picor se llama capsaicina, presente en los chiles. Este compuesto en pequeñas dosis estimula las papilas gustativas, acelera el metabolismo y mejora la circulación.
Por eso, muchas personas desarrollan una especie de tolerancia por el picante, buscando experiencias cada vez más intensas con otras salsas o chiles genéticamente modificados para alterar su picor. Para muchas personas, el sabor de la salsa está ligado con tradiciones familiares, recuerdos con los amigos o comidas deliciosas.
En otras palabras, el picante tiene sus raíces históricas y geográficas en nuestro territorio, con recetas milenarias en su uso e incluso remedios medicinales documentados en los códices prehispánicos.
Las salsas ultraprocesadas (envasadas, con conservadores y exceso de sal) sí pueden ser un riesgo para la salud si se consumen en exceso. Una dieta alta en sodio y picante puede irritar el sistema digestivo y contribuir a enfermedades como gastritis o hipertensión si no se consume con moderación.
Recuerda optar por salsas naturales, salidas del molcajete o la licuadora.
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