En el panorama de la salud pública mexicana, dos enfermedades aparentemente distintas forman una alianza letal: el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) y la tuberculosis. Esta coinfección no es una simple suma de padecimientos; es una sinergia peligrosa donde una debilita las defensas para que el otro avance con ferocidad.
Mientras las autoridades se enfocan en diagnosticar la tuberculosis cuando ya está activa y ha causado daño pulmonar, miles de portadores asintomáticos, especialmente aquellos inmunocomprometidos, siguen siendo una "bomba de tiempo" epidemiológica.
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Para saber más sobre este tema, en SuMédico entrevistamos a Óscar Hernández Sepúlveda, licenciado en bioquímica diagnóstica y biología molecular, quien levanta la voz sobre una brecha crítica: la detección de la tuberculosis latente en personas que viven con VIH.
Durante la charla explica que, según estimaciones basadas en los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en México podría haber un subdiagnóstico del 20 al 30% en este grupo de alto riesgo.
"La OMS pide que estos pacientes sean el foco de atención... y que sean a quienes se les busque principalmente la tuberculosis", subraya.
La trampa del diagnóstico tardío: cuando el sistema mira hacia otro lado
Hernández Sepúlveda describe un círculo vicioso de barreras que van más allá de lo técnico. Por un lado, el diagnóstico tradicional de tuberculosis activa depende de métodos como la baciloscopia (análisis de flema) y el cultivo, que pueden tardar desde 5 hasta más de 40 días. "El detalle está en que muchas de esas pruebas de rutina pueden tardar más de 5 días... y el cultivo, más de 40", detalla. Este tiempo perdido es vital, pues un paciente con VIH tiene entre 110 y 170 veces más probabilidades de que una infección latente progrese rápidamente a enfermedad activa y mortal.
Pero las barreras son también sociales, económicas y de desinformación. "Hay pacientes... completamente aislados a pesar de que sabemos que son tuberculosos positivos", relata el experto, refiriéndose a experiencias en campo como en Los Altos de Chiapas.
El estigma sigue siendo un muro: familias que segregan al enfermo, acceso desigual a medicamentos y una "cadena de desinformación" donde los pacientes buscan respuestas en blogs de dudosa credibilidad en lugar de en fuentes oficiales. "Tristemente no son pocos los medios... que se acercan a los profesionales para ejercer esta presión mediática e informativa", critica.
Quantiferon TB Gold Plus: La tecnología que busca revolucionar el cribado
Frente a este escenario, Hernández Sepúlveda destaca una herramienta que podría cambiar las reglas del juego: la prueba Quantiferon TB Gold Plus. A diferencia de la prueba cutánea (PPD o TST), que requiere dos visitas y cuya lectura puede verse afectada en personas inmunodeprimidas, esta prueba de sangre necesita una sola visita y entrega resultados en menos de 24 horas.
Su ventaja molecular es clave: mide la respuesta de las células T (CD4 y CD8), que son precisamente las que ataca el VIH. "La OMS justamente recomienda la prueba de Quantiferon... porque ya fue validada de manera insistente con pacientes inmunosuprimidos", explica el bioquímico. Esto permite detectar con alta confianza la infección latente en personas con VIH, precisamente donde más se necesita. Atacar la tuberculosis en esta fase reduce el tratamiento de posiblemente años a solo 4 meses, evita hospitalizaciones y, sobre todo, salva vidas.
Democratizar el diagnóstico: El llamado urgente a tomadores de decisión
El experto no ignora el desafío económico. Reconoce que la inversión inicial en tecnología molecular puede parecer alta, pero la justifica con números contundentes: tratar un caso activo, especialmente uno farmacorresistente, conlleva años de medicación costosa, hospitalizaciones y una complejidad clínica enorme. En cambio, el tratamiento de la infección latente es corto, ambulatorio y eficaz. "Con solamente dos pequeños puntos –el tiempo de tratamiento y la disminución de la posibilidad de hospitalización– tenemos una ventaja competitiva importante para los gobiernos", argumenta.
Su mensaje final es un llamado a la acción conjunta y a la visión de largo plazo. Pide que pruebas como el Quantiferón se integren de manera obligatoria en los protocolos de cribado para todas las personas diagnosticadas con VIH en México, especialmente en zonas de alta prevalencia. "Los programas nacionales... necesitan que este binomio de pruebas moleculares forme parte del screening tradicional", enfatiza. El objetivo final es claro: romper el vínculo mortal entre ambas enfermedades mediante la prevención, la democratización del acceso a tecnologías de diagnóstico preciso y el seguimiento puntual. "Lo importante es la convicción de que esto es para beneficio del público y de los pacientes, no de algún gobierno en particular", concluye Hernández Sepúlveda, subrayando que, en esta batalla, la detección temprana no es un lujo, sino la única estrategia sensata.
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