DÍA MUNDIAL DE LUCHA CONTRA EL CÁNCER DE MAMA

El cáncer de mama y el miedo: la historia de una sobreviviente

Griselda recibió la noticia de que tenía cáncer de mama en septiembre de 2021, en ese momento la invadió el miedo por ella, por su hija y por su familia, pero eso no la paralizó y ahora cuenta su historia

Griselda resalta que logró vencer el cáncer de mama gracias a la detección oportuna, pero no todas las mujeres tienen esa oportunidad.
La batalla contra el cáncer.Griselda resalta que logró vencer el cáncer de mama gracias a la detección oportuna, pero no todas las mujeres tienen esa oportunidad.Créditos: Canva
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¡Por favor Dios, no me puedo morir. Se va a quedar sola Mena! Septiembre 2021.

Los remanentes del huracán Nora, que entró por Tomatlán, Jalisco el 28 de agosto de 2021; me acompañaron, ese sábado por la carretera federal 15D, regresaba de Guadalajara a la Ciudad de México, sin sospechar que no solo esa lluvia recorría conmigo esa autopista, sino también un tumor maligno que crecía en mi mama izquierda.

Un dolor atípico en mi espalda baja se hizo presente durante este trayecto y que resolví con una llamada a mi ginecólogo. Efectivamente, el lunes siguiente me envió un mensaje de whatsapp en el que me adjuntó una orden médica para hacerme una mastografía y desintometría ósea. 

El martes, era septiembre, la primera semana, fui a un laboratorio para hacerme ambos estudios. Salí de ahí, con la certeza que mi mal se lo debía a la falta de calcio y que por eso me dolía la espalda, ¡la ignorancia es pésima consejera! Sobre todo si en febrero de 2020 mi mastografía no mostraba indicios de algún absceso, tumor o que el cáncer estuviese en mi cuerpo. 

En 2021, tenía 50 años y pensé que cumplir religiosamente con la mastografíapapanicolau cada año me “salvaría” de que el cáncer me alcanzara. El jueves, dos días después de ir a Salud Digna a practicarme los estudios, sonó me mi celular. Me hablaron del laboratorio porque necesitaban hacerme nuevamente la mastografía del lado izquierdo, la especialista solo quería corroborar lo que ya no tenía marcha atrás: había cáncer en mi mama. Los resultados de la desintometría ósea arrojaban una sobre calsificación, nadie es perfecto.

Recuerdo que esa tarde me enojé y le comenté a mi mamá: “qué no saben cómo duele la mastografía, por qué no hacen bien su trabajo”, Regresé, he de confesarlo, a regañadientes a practicarme nuevamente el estudio.  El sábado que fui por el resultado el director o administrador del laboratorio me recibió y sin endulzar palabra alguna me dijo: “señora, debe ir con su médico, los resultados de su mastografía no son favorables, al parecer hay tumor maligno”. En ese momento, no entendía o no quise entender. 

Llamé a dos de mis amigas, pero no me contestaron, no insistí. Con los estudios arrumbados en el coche y la palabra tumor concluí mi día. 

Septiembre, el cáncer de mama y el miedo

El lunes por la mañana con la ansiedad que te produce el miedo le envié los resultados a mi tío, es médico: confirmó nuevamente el diagnóstico, el cáncer cohabitaba conmigo. Inmediatamente me llamó, y de aquella charla solo registré: Instituto Nacional de Cancerología, no pensé en más. Solo que el mundo, mi mundo se teñía de sombras. Le pedí no comentarle nada mis papás y mucho menos a mi hija. ¡No sabía qué hacer, no quería pensar, no quería nada!

Ese mismo día, me habló una trabajadora social de Salud Digna y me ofreció vincularme a la Fundación de Cáncer de Mama (FUCAM), acepté, con la misma certeza que se busca una aguja en un pajar. Olvidé cuántos días pasaron para la primera consulta y el inicio del recorrido por esta montaña rusa.

Entre el 11 y 14 de septiembre me hicieron la biopsia. Los resultados tardaron en llegar diez días, durante ese lapso, no tuve el valor de contarle a nadie, y solo me aferraba a las noches para suplicarle a dios que no me dejara morir, que no podía morirme porque mi hija se quedaría sola. Y aunque los colores de la vida seguían su curso yo la miraba entre sombras.

En los últimos días de septiembre regresé a FUCAM por los resultados. La oncóloga me los entregó y me comentó que una persona de trabajo social quería platicar conmigo. Abrí el sobre blanco con franjas rosas. Efectivamente, ahí estaba, se había instalado sin permiso, había llegado sin llamar, sin avisar entró a mi vida. Solo atiné a recargarme en un muro y me puse en cuclillas, cubrir mi cara con las manos e imploré: ¡por favor dios, no me puedo morir. Se va a quedar sola Mena! Me levanté dos minutos después y subí las escaleras rumbo al segundo piso.

Había una amplia sala, al fondo una mesa y dos sillas, me senté en una de las sillas, llegó la trabajadora social, a quien empecé a bombardear con preguntas sobre cuál el costo de una quimioterapia, si podrían quitarme el tumor, si tenía oportunidad de vivir; quería respuestas no podía darme el lujo de llorar o de sentir, solo apagué las emociones.

Regresé a los cubículos de consulta externa con la trabajadora social, me esperaba un oncólogo quien a boca de jarro sentenció: “al parecer debo quitarle el seno izquierdo”, y pensé, ¡además del cáncer me van a mutilar! En ese momento, me paré de la silla, pero la trabajadora social me sentó de la mano, me pidió que terminara de escuchar al médico y lo hice.

Salí de FUCAM con la firme idea de comentarlo con nadie, no quería lastimar a los que amo, quería salvar a mis personas amadas de ese dolor. Regresé a casa a buscar soluciones o alternativas, no quería llorar porque no pararía, no quería sentir porque me hundiría, solo pensaba en mi hija.

La última semana de octubre tenía cita en FUCAM para la consulta multidisciplinaria. Consulta donde varios especialistas en diversas áreas te auscultan para analizar cuál es el mejor tratamiento que debe recibir la paciente de acuerdo con el tipo de cáncer que presenta. En mi caso, el tumor de nueve milímetros, estaba in situ, es decir, no había ramificaciones en ganglios o en otra parte de mi cuerpo. Era mi primer gran victoria contra el cáncer, no cercenarían mi seno, no me mutilarían, mi cáncer era de tipo hormonal. Confesaré que acudí con el psicólogo cuatro veces a lo sumo, tenía miedo, miedo de mí, de mis voces y monstruos.

Seguía sin hablar con nadie de nada, hasta que me di cuenta que debía saberlo mi mamá, que obviamente se derrumbó, fue quien me obligó hablar con mis personas amadas, empezó la danza de los mensajes y llamadas, me sentí menos rígida y así seguí hasta el 12 de noviembre, fecha de la intervención quirúrgica con radioterapia intraoperatoria, que salvó mi vida. 

Hoy, a casi cinco años de distancia, sigo sin apagar las voces en mi cabeza, voy cada seis meses a FUCAM a enfrentarme con los resultados de la mastografía que hasta ahora han sido benevolentes, no hay indicios de cáncer. Tomo desde el 19 de noviembre de 2021 tamoxifeno con los efectos secundarios pertinentes: una menopausia temprana, cansancio permanente, hígado graso y otras minucias que agradezco porque no se comparan en nada con el hecho de haber sido mutilada o someterme a quimioterapias como miles de mujeres en México. 

Mi vida se salvó gracias a la detección temprana, pero ¿cuántas pacientes en este país son diagnosticadas a tiempo?¿Cuántas mujeres en México son diagnosticadas correctamente? ¿Cuántas mujeres tiene el privilegio de contar con atención de calidad? ¿Cuántas mujeres tiene acceso oportuno a medicamentos, quimioterapias o radioterapias? ¿Cuántas mujeres en mi país fallecen sin saber que padecían cáncer de mama, cuántas?

¿Cuántas mujeres saben que el cáncer de seno es curable si detecta y diagnostica a tiempo? ¿Cuántas mujeres en mi país eres saben qué es el cáncer de mama? ¿Cuántas mujeres en México se practican anualmente una mastografía o saben que es una mastografía? ¿Cuántas mujeres en mi país saben que al cumplir los 35 años deben hacerse algún estudio de las mamas?

Tan solo en 2022, se registraron más de 31 mil nuevos casos y alrededor de ocho mil defunciones por dicho padecimiento. Estas líneas, solo tiene un propósito: convocar a las autoridades responsables del sector salud y a la sociedad civil para que trabajen de la mano e impulsar la prevención y detección temprana en las escuelas (desde educación básica hasta la universidad); en clínicas de comunidades apartadas, en municipios, en barrios o alcaldías. 

En oficinas del sector público o privado, la desinformación es el arma más poderosa para que el cáncer de mama acabe con la vida de una mujer. El cáncer de mama es la principal causa de muerte de mujeres en México, por ello, ¡no olvides tocarte para que no te toque!