A modo de contexto, es importante destacar que, de acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda del INEGI 2020, en México existen 5 millones 739 mil 270 personas con discapacidad, siendo auditiva en el 12.1 %. Asimismo, el 13.4% de las personas sordas adquiere esta condición desde el nacimiento; el 25% la desarrolla como consecuencia de alguna enfermedad; el 9% a raíz de un accidente; el 44.5% debido al envejecimiento, y el 6.5% por otras causas. Solo 21 de cada 100 personas sordas, entre los 3 y 29 años de edad, acceden al sistema educativo, y en promedio, el 47% únicamente alcanza hasta el cuarto grado de primaria. Del mismo modo, el acceso a empleos dignos y bien remunerados representa un gran reto para esta población, ya que apenas el 29.9% es económicamente activa.
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Hay mucho por hacer en materia de concientización e inclusión de las personas sordas en nuestra sociedad, desde acciones gubernamentales hasta acciones de la sociedad civil. Cabe destacar que las personas sordas se enfrentan a múltiples obstáculos y estigmas en su vida cotidiana, lo que limita su inclusión y participación plena en la sociedad. Estas dificultades no solo son de tipo físico, sino también social y cultural, y en muchos casos se originadas por el desconocimiento y la falta de comprensión respecto a la sordera.
Principales obstáculos y estigmas que provocan la exclusión y discriminación de las personas sordas
La primera gran barrera —y la más visible— es la comunicativa. Mientras que la mayoría de la población se expresa de forma oral, muchas personas sordas carecen de acceso al lenguaje verbal, y otras utilizan lenguas de señas, las cuales son poco conocidas y, en muchos casos, requieren la intervención de intérpretes para facilitar la comunicación.
Servicios fundamentales como la atención sanitaria, la educación y los servicios gubernamentales, no están plenamente adaptados a las necesidades de las personas sordas. La falta de tecnología asistida, de subtitulación en espacios públicos o de personal capacitado en lengua de señas provoca una exclusión que limita el acceso equitativo a estos derechos esenciales. Y a esto se suma un prejuicio frecuente que vincula erróneamente la sordera con una discapacidad intelectual. Algunas personas suponen, de forma equivocada, que las personas sordas presentan dificultades cognitivas o que son incapaces de desempeñarse en diversas profesiones. Este estereotipo es falso, ya que la sordera no afecta la inteligencia ni la capacidad de ejercer múltiples actividades con eficiencia.
Cuando un bebé nace con sordera profunda y no recibe una atención adecuada a tiempo, corre el riesgo de no desarrollar habilidades de lectoescritura, lo que a futuro limita significativamente sus posibilidades de integración social, así como su desarrollo educativo y profesional.
Sensibilización y desarrollo de espacios inclusivos que favorezcan una comunicación efectiva
Es fundamental sensibilizar a la sociedad sobre los desafíos que enfrentan las personas con sordera, con el fin de facilitar el acceso a tecnologías avanzadas como los audífonos y los implantes cocleares, así como fomentar la detección temprana tanto en la infancia como en la adultez. No obstante, también es prioritario fortalecer el apoyo destinado a quienes no pueden recuperar la audición mediante estos recursos tecnológicos, y reconocer que, incluso con el uso de dispositivos auditivos o implantes, no siempre se alcanza una audición completamente normal, por lo que se requieren apoyos complementarios.
Uno de los principales avances de la comunidad sorda en México fue el reconocimiento oficial de la lengua de señas y su incorporación en la legislación vigente como una lengua nacional. Fomentar el acceso a la lengua de señas resulta esencial, por lo que es necesario garantizar servicios de interpretación en hospitales, centros educativos y dependencias públicas. Además, debemos impulsar la adopción de tecnologías de apoyo, como subtítulos en eventos, programas televisivos y contenidos digitales, erradicar los prejuicios mediante la educación y promover políticas públicas que aseguren la igualdad de oportunidades para las personas sordas
En conclusión, diría que brindar un mejor apoyo a las personas sordas inicia con entender sus dificultades y respetar sus derechos. Desde adquirir su lengua hasta promover políticas inclusivas, cada uno de nosotros, desde nuestro ámbito, puede aportar a construir una sociedad más justa y accesible.
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