Ángeles Prieto es creativa, se dedica al diseño, la comunicación social, la ilustración y la cerámica. Disfruta mucho caminar en el bosque, “platicar con mi perro y preparar café a quien me visita”, nos confió. Su historia sobre dolor crónico comenzó a los 9 años, cuando comenzó con molestias en el coxis y los médicos le diagnosticaron “dolor de adolescencia”, para después decir que era “dolor premenstrual y menstrual”, hasta que cumplió 23, tuvo un accidente y quedó en cuadriplejia durante un año.
“El segundo año fue un largo recorrido de terapias física y ocupacional; el dolor nunca se fue, pero me la pasaba drogada con Tizanidina 3 veces al día, eso no quita el dolor, pero me mantiene lo suficientemente dormida como para no quejarme … En el Hospital Nacional de Rehabilitación me dieron de alta teniendo contractura muscular grado 2, usaba aún un collarín rígido y la única recomendación fue: No hagas nada de alto impacto, y ya”, platicó.
El 17 de octubre se conmemora el Día Mundial contra el Dolor, cuyo fin es destacar la necesidad urgente de encontrar un mejor alivio para el sufrimiento físico por las enfermedades. El alivio del dolor es un derecho universal de los seres humanos estipulado en la Carta de Derechos Humanos de las Naciones Unidas desde el año 2000.
En entrevista con SuMédico el Dr. Ricardo Plancarte, Jefe y Fundador de la Unidad de Dolor del Instituto Nacional de Cancerología, afirma que el dolor crónico: “No solo es aquel que permanece durante más de tres meses. Sino que el paciente que lo sufre haya sido sometido a una serie de estudios, de evaluaciones, y que a pesar de los métodos que se hayan utilizado para resolver algunas de las causas que pudieran estar asociadas al dolor, este dolor persiste a pesar de todo ello”.
El médico explica que estos métodos que se hayan usado pueden ser farmacológicos, métodos también que involucren las diferentes opciones de manejar la esfera psicoafectiva y, desde luego, también en muchos de los casos los métodos quirúrgicos. O sea, que hayan sido sometidos a procedimientos quirúrgicos y, a pesar de eso, siguen teniendo un fenómeno doloroso que no se haya resuelto con ninguna de estas opciones de tratamiento de manejo.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública, el dolor crónico es un problema de salud pública que afecta de 25 a 29% de la población mundial.
Mientras que para la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés) este se define como una “experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a daño tisular real o potencial”.
Dolor crónico, un tema de salud pública
Para el Dr. Ricardo, la importancia de conmemorar el Día Mundial contra el Dolor, cada 17 de octubre, “nos compromete a todos los médicos clínicos activos en el tratamiento de esta situación que genera mucho sufrimiento y mucho desgaste tanto al Estado como también a las familias desde el punto de vista económico”.
Además, de que, señala, reconocer que se le ha dado un espacio al dolor crónico como un tema de salud pública para poner al día lo que existe en cada latitud de nuestro país y, obviamente, de otros países en cuanto a avances o en nuevas alternativas para tratar el dolor. Si bien, esto depende de cada dolor, o el origen del dolor, los avances pueden ir desde la farmacología hasta los tratamientos a través de la esfera psicoafectiva.
En el caso de la oncología, que es la especialidad del Dr. Ricardo, explica, “la piedra angular del dolor de origen oncológico son los recursos analgésicos opioides, la morfina. Y por fortuna cada vez tenemos más disponibilidad, aunque en los últimos años no hemos tenido una regularidad en la disponibilidad de este recurso por diferentes razones”.
Agrega: “Razones de la elaboración de estos productos que tienen una ruta en particular o de la falta de la adquisición de los productos por parte de las instituciones que los dispensan, ya sea a nivel privado o a nivel institucional por parte de los hospitales públicos. Depende mucho de diferentes situaciones”.
Acompañamiento y derecho al alivio
El apoyo familiar constituye la primera ayuda de las personas con dolor crónico, y ofrecerles información, recursos y apoyo emocional y social se ha revelado como un elemento que ayuda en el tratamiento de la situación del dolor en conjunto, expone el Instituto Nacional de Salud Pública.
El Dr. Ricardo añade que, en el caso del dolor crónico por cáncer, el mensaje más importante para la población es que es un dolor innecesario. “O sea, existen recursos importantes desde el punto de vista de fármacos, de disponibilidad de fármacos potentes. Se debe de entender que las instituciones de salud pública tienen un compromiso en que estén disponibles esos fármacos siempre en las instituciones para poderlos dispensar a los pacientes y también en las instituciones privadas, porque es un derecho el alivio del dolor por una causa obviamente conocida, por eso se le llama dolor inútil, dolor innecesario”.
Además, dijo, hay una población que tiene grandes o importantes efectos secundarios a los fármacos y entonces ahí entran los otros recursos que han tenido un gran desarrollo en los últimos años y aceptación por diferentes instituciones internacionales y nacionales, que es la interrupción de las vías del dolor.
Ángeles: “La rehabilitación se contagia, se acompaña, se protege, se guía”
Ángeles continuó su tratamiento con un médico del deporte particular, consecuencia del dolor intenso y movimientos muy limitados. Así conoció a Víctor, un médico deportivo.
“Fue el primero en mencionar que lo que yo tenía era crónico, nunca me hizo un diagnóstico como tal de dolor. Sin embargo, me dejó muy claro que éste nunca iba a desaparecer. Me ofreció un acompañamiento que me salvó, ya que mis terapias físicas eran en extremo dolorosas, tuve depresión, intentos de suicidio, perdí mi trabajo, no sabía cómo ayudar a mi familia y me sentía completamente sola”.
Ángeles nos compartió su alegría al asistir al consultorio y cómo este médico le facilitó asistir a una alberca, de modo que comenzó a entrenar natación de 5 a 7 am todos los días. “Entonces me di cuenta que la rehabilitación se contagia, se acompaña, se protege, se guía. Amé mucho a Víctor”, rememoró.
Posteriormente conoció al equipo de triatlón, y cuando consultó con su médico sobre la decisión de integrarse, éste le respondió que, lo que ella tenía era crónico. Que él le recomendaba vivir la vida hasta que se le acabe, pues llegaría el día en el que no podría moverse y el dolor sería insoportable.
“Admito que me da mucho miedo saber que ese día llegará”, nos platicó ella. Sin embargo, su doctor le aclaró que no debía creerse el famoso dicho deportivo “si no duele, no sirve” y que, si se cansaba, descansara; que, si le dolía, parara; y que por ningún motivo utilizara el deporte para sacar el estrés.
Correr, nadar, recorrer cientos de kilómetros en bici, y hacer ciclismo de montaña, se volvió parte de su rutina. Hoy día, ella reconoce: “Las autolesiones fueron mi pan de cada día. Así viví unos 10 años, rompiendo mi cuerpo durante el día y en las noches dormir rendida por el dolor y el cansancio y cada mes me daba mi dosis de terapias y rehabilitación para seguirle dando”
Actualmente, ella entiende que hizo esto por el mismo dolor que sentía, “cada día me urgía hacer algo para ocultarlo, pero no me di cuenta que mis emociones también se ocultaban junto con todo eso que sentía, pero que nadie podía descifrar”.
Un contrato para no atentar contra la vida
En 2019, durante la pandemia, y como consecuencia de que Ángeles dejó de realizar ejercicio: “Mi cuerpo dijo ¡por fin! Ahora me escuchas porque me escuchas. Volví a quedar inmóvil. Frustrada, enojada, deprimida, confundida y de nuevo desempleada fui a una clínica privada de nombre ‘Quefrino’”, de la cual narra siempre la atendía un fisioterapeuta distinto, sin saber quién era e incluso equivocando sus terapias.
Esto, además de comentarios violentos por parte de un ortopedista que le diagnosticó artrosis en rodillas y realizó infiltraciones, cuando le dio de alta, le señaló que solo podría pedalear bicicleta durante 5 minutos al día. “Definitivamente este personaje no tenía ni la más mínima idea de lo que yo era; salí de ese lugar sin poder bajar escaleras y con las palabras de Víctor resonando en mi cabeza: llegará el día en que empeores. Ángeles, ese día llegó”, se dijo.
Durante todo un año ella se dedicó a ir a terapia, guardó la bici, los tenis e intentó volver a nadar. “¡Caray! No tienes idea de la violencia y discriminación que viven (ahora me incluyo) vivimos las personas con discapacidad. El desgaste emocional fue terrible, y de este se alimentaba día con día mi dolor, cada vez más torpe, más inmóvil, más vulnerable y más violentada. Claro, los pensamientos oscuros regresaron, afortunadamente iba a terapia y firmé en consulta un contrato para no atentar contra mi vida ni autolesionarme”.
Ángeles nos confió que el sentirse comprometida con otra persona la salvó, aunque ese año fue crucial porque se cerró a sus amistades que estaban envueltas en la vida que ya no podía tener. “Las convivencias eran muy estresantes, pues cada acercamiento que tenían era para rodar, o correr o tener lástima de mí misma o beber o drogarme”.
No eres lo que te pasa
El dolor crónico no define a Ángeles. Pues como ella misma reconoce, “me esforcé mucho de forma exitosa. Encontré nuevas actividades como leer el tarot, estudiar, ilustrar, amar las plantas, caminar en el cerro, conocer nuevas personas, nuevos fisios, nuevas clínicas, al cierre del año lo mejor fue ¡subirme de nuevo a la bici!”. Sin embargo, cuando inició el siguiente año volvió a quedar inmóvil y sin trabajo.
Comenzó con un nuevo doctor. Un homeópata, a quien describe como un especializado en terapias físicas, apasionado de la bici y dispuesto a escucharla.
“Felipe pudo observar algo que ningún otro médico ni yo habíamos observado. Mi cuerpo sufría muchas reacciones durante las terapias, tales como, derrames oculares, salpullido en la piel y contracturas nuevas. También observó que yo no hacía ni un sólo gesto al aplicar los electrodos ni dar los masajes, algo a lo que regularmente son gritos y lamentos. Entonces salió el peine. Me explicó sobre el dolor crónico y cómo mi cuerpo desarrolló un mecanismo de defensa; cada que yo recibía un estímulo muy doloroso, mi cuerpo se autolesionaba por sí solo, vaya joya, me dije”.
Felipe es muy cuidadoso en cada terapia y le enseñó a Ángeles a identificar ciertas sensaciones, y le pidió permiso para contactar a su psicóloga para así poder sincronizar de alguna manera sus progresos. “Me advirtió sobre lo que se venía con respecto al tratamiento de desbloquear el dolor; mi falta de sensibilidad traería consigo una vulnerabilidad a la que no sabía si era capaz de tolerar, pero siempre se encargó de estar a mi lado y eso me hizo sentir segura de querer dar un siguiente paso”.
Ángeles decidió que quería un brake: "Necesito tiempo, necesito espacio, necesito entender el lenguaje de mi cuerpo, generar una conexión y dejar de hablar de él como si fuera algo separado de mí. Felipe, necesito sanar, pero desde aquí (señalé mi pecho). Ahora me siento acompañada y protegida por ti, eso me da fuerza para atreverme a buscar algo nuevo, algo que me enseñe a ser cuidada y protegida por mí misma, ya no quiero ser invisible ante mis propios ojos”.
A la fecha actual, Ángeles aún siente dolor, sin embargo, señala que es uno muy distinto que la hace moverse y poner límites, que la lleva a donde quiere estar y con quienes quiere estar y compartir. Aunque reconoce que eso no hace su vida más bonita porque conseguir trabajo se vuelve más difícil.
“No estaré 8 horas diarias sentada en una silla esperando no poder moverme de nuevo, no la hace más amigable porque ahora es difícil estar conectada con el celular para convivir con personas digitales, de hecho, me hace más solitaria, pero ahora ya me tengo a mí y soy suficiente para sentirme y entender cuando sí y cuando no”, recapitula.
“Escribí un pequeño libro ilustrado acerca de esto, renuncié a la violencia deportiva, renuncié a la violencia contra mi cuerpo y me metí a yoga, 2 horas diarias, sin pretexto, sin atender el celular ni a nadie más que a mí”, me dijo Ángeles, quien al día de hoy asiste a su taller de cerámica y yoga en bici.
Algólogo, el especialista en dolor
El Dr. Ricardo Plancarte concluye: “Un mensaje a la población que lo sufre o que tiene un familiar o un conocido que lo esté sufriendo. Existen muchos métodos para reducir el sufrimiento innecesario, sea cual sea el origen del dolor. Si tienen dolor crónico y ya han peregrinado durante mucho tiempo en busca de diferentes opciones con distintos médicos o centros hospitalarios, busquen a un algólogo, un especialista en dolor”.
Este doctor, quien es Jefe y Fundador de la Unidad de Dolor del Instituto Nacional de Cancerología, que ha ocupado gran parte de su vida, tanto en el campo de la formación de recursos humanos como también en el campo de la investigación sobre dolor crónico, es además profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en las especialidades de algología.
“Así como buscan a otras especialidades, busquen algólogos para tratar su dolor”, dijo. Pues estos especialistas, nos explicó, son gente capacitada que conoce todas las opciones y alternativas para controlar el dolor. “Existen alternativas para tratar el dolor”, finalizó.